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Carmelo Jordá

En 2022 no ganará Le Pen

No, en 2022 probablemente no ganará Le Pen; y, desde luego, no ganará esta versión de Le Pen.

No, en 2022 probablemente no ganará Le Pen; y, desde luego, no ganará esta versión de Le Pen.
EFE

Aunque traten de disimularlo a medias, uno diría que un sector importante de la prensa –a uno y otro lado del espectro ideológico– está de lo más compungido porque no se ha materializado la catástrofe sobre la que con tanta insistencia y preocupación alertaban: la victoria de Le Pen.

Y es que los periodistas somos una especie tan arrogante que nos cuesta horrores admitir hoy que el inminente apocalipsis que pronosticábamos ayer estaba muy lejos y que, afortunadamente, estábamos equivocados.

Así, la lectura de la contundente victoria de Macron en las elecciones de este domingo está tiñéndose de unos tintes dramáticos que uno no acaba de entender, más que nada porque un análisis un poco menos superficial de los fríos datos nos dice que no, que el desastre ha quedado muy lejos y, sobre todo, que sigue estando muy lejos.

Por varias razones, siendo la primera la más evidente: los 32 puntos y 10 millones de votos que han separado al candidato de En Marcha de la candidata del Frente Nacional. Unas diferencias que habrían sido aún mayores –y se habrían acercado a las que hubo entre Chirac y Le Pen padre– si la extrema izquierda de Mélenchon no hubiese roto el cordón sanitario que tradicionalmente se ha establecido alrededor del partido ultraderechista francés.

Sí, es cierto que Le Pen ha obtenido un resultado mejor que el de su padre –aunque igualmente inútil–, pero no lo es menos que lo ha hecho en unas condiciones difícilmente repetibles a su favor: con la Unión Europea atravesando una fuerte crisis económica y, sobre todo, política; con las opiniones públicas electrizadas tras los triunfos del Brexit y de Trump; con la inmigración y los refugiados en la primera página de la agenda política semana sí y semana también; y, muy especialmente, con Francia sacudida con extraordinaria violencia por el terrorismo islamista en el último año y medio.

Es posible que las cosas sigan yendo mal, es posible que las clases medias sigan "sufriendo la globalización", pero también lo es que a Francia y a Europa no les quede otro remedio que admitir –y algo de eso hay en la victoria de Macron– que es necesario variar un poco el rumbo y subirse a la ola en lugar de dejarse arrasar por ella.

En cualquier caso, parece muy complicado pensar que dentro de cinco años todos estos problemas, esta situación única que tanto beneficia a una formación aislacionista y xenófoba como el Frente Nacional, sigan estando ahí de la misma forma y en idénticas circunstancias.

No, en 2022 probablemente no ganará Le Pen; y, desde luego, no ganará esta versión de Le Pen. La mejor prueba de ello es que la propia Marine lo sabe y después del resultado "histórico" que vaticina su triunfo "indiscutible" se ha apresurado a decir que quiere refundar un partido con el que jamás llegará al Elíseo.

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