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Carmelo Jordá

Escoria castrista en Madrid

¡Quién me iba a decir a mí que iba a asistir a un acto de repudio castrista en pleno centro de Madrid!

¡Quién me iba a decir a mí que iba a asistir a un acto de repudio castrista en pleno centro de Madrid!

¡Quién me iba a decir a mí que iba a asistir a un acto de repudio castrista en pleno centro de Madrid! Pero la vida de un periodista está sujeta a todo tipo de maravillas y sorpresas, así que este martes he asistido a una de las representaciones con las que la tiranía cubana suele amedrentar a aquellos que osan oponérsele en la isla y, como vemos, también fuera de ella.

El repugnante numerito en cuestión ha tenido lugar en un acto convocado por las Damas de Blanco y en el que estaba presente Esperanza Aguirre. El método fue el habitual fuera de Cuba: reivindicar la libertad de expresión y la democracia para defender, precisamente, a uno de los regímenes que más desprecia a ambas.

Por supuesto, de la libertad de expresión se pasa rápidamente a la libertad de insulto, porque poco se puede decir en defensa de un régimen tan despreciable, mezquino y liberticida como el cubano, que además tiene a los suyos al borde de la inanición, justo allí donde la pobreza es una maravillosa herramienta de control para el poder, como bien explicaba un socialista reciclado que respondía como George Orwell.

¿Tiene derecho la escoria castrista a expresarse en libertad en una ciudad como Madrid? Sí, sin duda, lo que no tiene es derecho a hacerlo en un acto convocado por y para lo contrario: si quieren decirnos lo maravillosa que es la robolución de los Castro, que se paguen ellos el acto e inviten a Cayo Lara o Alberto Garzón, que estarán encantados de participar. Eso sí, no les llamen a la vez, no sea cosa de que se purguen uno al otro en vivo y en directo, que sería muy desagradable.

No obstante, no pensemos que el acto de repudio de estos idealistas era algo inocente o improvisado: como en Cuba, en cada insulto y en cada castrista presente hay intimidación y amenaza, hay una dictadura diciendo al disidente que sabe quién es, que sabe lo que hace.

Porque puede que los cubanos libres que hoy han sido amenazados en Madrid estén lejos de la isla-cárcel, fuera del radio de acción de las garras de esa cruel tiranía, pero también es muy probable que tengan allí familiares, amigos o compañeros, estos sí al alcance de los esbirros de los Castro, tan amigos del diálogo impartido a garrotazos.

La cosa, todo hay que decirlo, les ha salido regular a los esbirros del raul-fidelato: los exiliados cubanos en España –varios de ellos presentes en el acto– ya tienen muchos años de cárcel a sus espaldas, y después de sufrir a los guardias de las prisiones castristas unos rojos españoles de mesa camilla no les dan mucho miedo, así que por una vez han sido los malos los que han estado a punto de llevarse dos yoyas a casa. Bien está.

Sólo nos queda repetir lo que ha dicho, casi gritado, Aguirre y han coreado casi todos los presentes pero no las ratas: "¡Viva Cuba libre!". Sobre todo libre de ese tipo de pendejos.

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