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Carmelo Jordá

La izquierda, en la Rue del Percebe

Ser de izquierdas, hoy, en resumen, es ir dando sablazos por ahí, ni Marx ni Lenin ni Stalin, ni tan siquiera ese Keynes al que no han leído, la gran referencia intelectual de nuestra izquierda es el de la buhardilla de la Rue del Percebe.

Lo que más me llama la atención de toda la polémica sobre la modificación de la Constitución no es la filfa de acuerdo al que los partidos han llegado, que podría titularse cómo "recorta tú el déficit que a mí me da la risa".

Tampoco que los nacionalistas pongan el grito en el cielo, al fin y al cabo a eso estamos acostumbrados y si hay algo que tiene que meter el miedo en el cuerpo a CiU o PNV es que PSOE y PP se pongan de acuerdo en lo que sea: esos pactos les ponen frente al espejo de su verdadera insignificancia parlamentaria y les recuerdan, y nos recuerdan a nosotros también, que no tendrían que mandar tanto si este no fuera el país de pandereta (o de txistu y xirimita si lo prefieren) que es.

Lo mejor de todo esto es, creo yo, el descubrimiento que hemos hecho sobre lo que a día de hoy significa ser de izquierdas, que no es preocuparte por los débiles, ni estar por el manidísimo rollo de la solidaridad, ni siquiera creerse las mentiras ecologetas: para ser de izquierdas uno tiene que querer endeudarse o, mejor dicho, endeudarnos a los demás.

Porque dada la importancia que le dan a la reforma "neoliberal" (sic) de la Carta Magna, que los tiene a todos tan indignados que en cualquier momento se les llena el pelo de rastas, uno diría que lo esencial no son ni el gasto, ni la sanidad, ni siquiera las subvenciones.

Lo esencial es endeudarse, arruinar a las generaciones venideras y, paradójicamente, ponernos en manos de los malvados mercados, que en futuro podrán obligarnos a que la Constitución diga que tenemos que ir vestidos de flamencos como en Bienvenido Mister Marshall.

Y es que estas quejas a las que estamos asistiendo me parecen una inusitada sacralización de la deuda, del contrasentido económico y, sobre todo, de la falta de valentía de unos políticos que ven que es más sencillo aumentar el déficit que los impuestos para mantener sus privilegios y poder gastar a su sabor. Al fin y al cabo, triste es pedir pero más triste es robar, deben pensar, conscientes en el fondo de la naturaleza confiscatoria de los tributos.

Ser de izquierdas hoy, en resumen, es ir dando sablazos por ahí, ni Marx ni Lenin ni Stalin, ni tan siquiera ese Keynes al que no han leído, la gran referencia intelectual de nuestra izquierda es el de la buhardilla de la Rue del Percebe.

A esto hemos llegado... y así nos luce el pelo.

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