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Carmelo Jordá

Matar niños y el camino de la paz

Todos aquellos que en Europa y España apoyan de forma abierta o velada a Hamás deberían hoy mirarse al espejo y preguntarse qué clase de personas son.

Todos aquellos que en Europa y España apoyan de forma abierta o velada a Hamás deberían hoy mirarse al espejo y preguntarse qué clase de personas son.

Como era previsible, aunque nos empeñásemos en esperar y desear lo contrario, el secuestro de tres adolescentes israelíes ha acabado de la peor forma posible: con el hallazgo de sus cadáveres en las cercanías de Hebrón.

Es una noticia terrible y tremendamente dura, pero que nos sirve para recordar la verdadera cara de una organización terrorista e increíblemente cruel como Hamás, que no vacila en asesinar a tres chavales, prácticamente niños, en su descabellada y despreciable lucha.

Todos aquellos que en Europa y España apoyan de forma abierta o velada a Hamás deberían hoy mirarse al espejo y preguntarse qué clase de personas son, si su antisemitismo es tan fanático y salvaje como para justificar el asesinato de tres niños.

Deberían preguntarse también si la muerte de tres muchachos –a lo que se podría sumar la de una niña palestina de tres años que fue víctima de un cohete lanzado desde la propia Gaza– contribuye a ayudar a ese pueblo que dicen defender; tendrían que mirarse a los ojos y preguntarse si matar niños puede ser parte de un camino hacia la paz.

Lo cierto, y eso lo saben casi todos los que apoyan más o menos descaradamente a Hamás, es que esos terroristas no buscan la paz, que a esos asesinos no les importa nada el bienestar de los suyos, del pueblo al que dicen defender. Como, al fin y al cabo, tampoco les importan los palestinos a todos los que odian a Israel en su nombre aquí en España o en Europa.

Los que desde lejos ven con buenos ojos las salvajadas antiisraelíes y antisemitas de Hamás deberían plantearse su actitud por un mínimo de decencia ética e intelectual, pero también va siendo ya hora de que los propios palestinos se enfrenten a la realidad y sean conscientes de que matando niños no encontrarán la paz, no llegarán a ningún tipo de bienestar y, lo que quizá sea peor desde su punto de vista, ni siquiera van a acabar con un Estado de Israel que demuestra casi día a día que es más fuerte y, sobre todo, que es mucho mejor.

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