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Carmelo Jordá

Nadie les va a dar la media hostia

En el tema catalán parece que Rajoy está, como en todo lo demás, empeñado en dejar pasar una oportunidad histórica.

En el tema catalán parece que Rajoy está, como en todo lo demás, empeñado en dejar pasar una oportunidad histórica.
Mariano Rajoy | Moncloa

Con cada nueva aparición pública, tras cada entrevista-felación en un medio público o concertado, después de todas las ruedas de prensa aquí y en Bruselas, viendo los plenos del Parlament o los del Congreso, sólo nos queda clara una cosa: los astutos líderes del procés, los implacables independentistas, los padres de la República catalana… son un auténtico esperpento, una banda de delincuentes de altos vuelos pero de poca monta.

Como bien decía Pepe García Domínguez, no tienen media hostia; el problema es que nadie parece dispuesto a dársela. Por supuesto, ustedes ya me entienden, no estoy hablando de violencia física, sino de una hostia simbólica, política y judicial; pero todo indica que no hay nadie, como no sean un juez y algún fiscal incontrolados, que esté dispuesto a dársela.

Es obvio que este procés se ha deshecho al mínimo roce porque era no sólo un despropósito ilegal e inmoral, también una chapuza. Ante la magnitud del desastre, con sólo media hostia se podría haber acabado, no ya con esta intentona golpista, sino con las que llegarán en los próximos años o, vista la premura en convocar elecciones, en sólo unos meses.

Porque además, si no van acompañadas de una acción política adecuada, las sentencias condenatorias –si las hay– no van a servir de mucho más que para dar mártires a un independentismo que los pide a gritos pero que, por ahora, sólo puede hacer butifarradas solidarias por los más pardillos, que son los Jordis, tontos útiles supremos de la cosa que, ellos sí, tienen pinta de comerse un buen marrón.

En resumen, en el tema catalán parece que Rajoy está, como en todo lo demás, empeñado en dejar pasar una oportunidad histórica, porque todo esto nos habría permitido cambiar el terreno de juego, en el que los nacionalistas juegan con ventaja; todo esto habría podido servir, sólo con un poco de valentía política, para que se empezase a remontar el partido que la nación y la libertad llevan décadas perdiendo.

Sí, sé que ni el PSOE ni Ciudadanos eran los compañeros ideales para este viaje, pero ni Rivera ni Sánchez son el presidente y, además, Rajoy tenía una compañía mucho mejor: la de los millones de españoles que, paradójicamente gracias a Puigdemont y los suyos, ahora sí están dispuestos a defender lo que es suyo.

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