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Carmelo Jordá

Salir de la trinchera

No voy a pedir a los políticos que nos arreglen todos los problemas, ni siquiera que dejen de crear alguno nuevo; pero al menos que no vengan a separarnos.

No voy a pedir a los políticos que nos arreglen todos los problemas, ni siquiera que dejen de crear alguno nuevo; pero al menos que no vengan a separarnos.
EFE

Todo el mundo con el que hablo coincide en que "si España fuese un país serio" –yo creo que lo es en muchas cosas, pero esa es una frase que se nos escapa alguna que otra vez– ya tendríamos un gobierno para el que, como ocurre en buena parte de Europa, habrían pactado una derecha y una izquierda que compartirían mucho más de lo que les separaría.

Sin embargo, la sesión de investidura que nos ha ocupado estos días nos ha dibujado un panorama muy distinto en el que se diría que hay miles de millas entre unos partidos y otros y, lo que resulta mucho más triste, entre unos españoles y otros.

Los que desconfiamos por naturaleza del poder tendemos a pensar que casi todo lo que pueden hacer los políticos es molestar, pero en el mundo en el que vivimos son necesarios, como es necesario un gobierno que gestione la inmensidad que es hoy en día la cosa pública.

Son un mal necesario, vaya, pero lo que no pueden ser es una losa sobre la sociedad. No les voy a pedir que nos arreglen todos los problemas, ni siquiera que dejen de crear alguno nuevo: está en su naturaleza, como en la del escorpión; pero sí que creo que les podemos pedir, incluso exigir, que no vengan a separarnos, que no levanten muros y, sobre todo, que no generen odios.

El odio es peligroso, los españoles lo sabemos bien porque lo hemos sufrido de una forma atroz y no hace tanto, y aunque les parezca una exageración, lo que estos días hemos visto en buena parte de las intervenciones del Congreso es odio: odio de partido, de clase, de profesor universitario…

No me siento representado de verdad por ningún partido en el Congreso, es la cruz que arrastramos los liberales en un país en el que el consenso político, periodístico y no digamos académico es socialdemócrata, en el mejor de los casos. Pero lo que de verdad me preocupa no es eso sino que todos parezcan odiarme, por español, por casta, por facha, por liberal, por ser del PP, de Podemos, del PSOE…

Así las cosas, lo único que me hace sentir algo de empatía es un partido que reclama unión y que la pone en práctica, que propone superar esas barreras que en el fondo son falsas, que dice que cuenta con todos los españoles y además de decirlo actúa como tal.

No me gusta gran parte del acuerdo que ha firmado con el PSOE, pero en el fuego cruzado que ha sido esta sesión de investidura y que es la política española sólo Albert Rivera y Ciudadanos han salido de la trinchera y han dicho que no es eso, que no debe ser eso. Hay que reconocérselo, eso es más importante que las medidas concretas de un pacto firmado para no ser aplicado.

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