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Carmelo Jordá

¿Tiene el PSOE alguna posibilidad de sobrevivir?

El PSOE se enfrenta a un panorama endiablado: si hay unas elecciones en primavera resulta muy difícil no pensar que serán superados por Podemos.

Según avanzaba la noche electoral el resultado se iba volviendo algo más sombrío para un PSOE que en los primeros momentos del escrutinio llegó a prometérselas muy felices. Finalmente quedó poco espacio para el optimismo, sobre todo a partir de los últimos escaños rebañados por Ciudadanos y el PP que dejaban a la suma de los de Sánchez, Iglesias y Garzón dos escaños por detrás y las posibilidades de formar gobierno realmente complicadas.

La euforia de los primeros momentos se convertía en una respuesta mucho más matizada, que aún lo ha sido más este lunes, cuando los principales barones del partido –Susana Díaz, el extremeño Fernández Vara y el castellanomanchego García-Page- han advertido a Pedro Sánchez de que no se puede gobernar con sólo 90 escaños.

El PSOE se enfrenta a un panorama endiablado: si hay unas elecciones en primavera resulta muy difícil no pensar que serán superados por Podemos, que probablemente contaría con muchos votos de IU –es posible que con todos- y que se venderá como la gran fuerza de oposición al PP. Y todo el mundo coincide en que una vez sufrido el sorpasso la cuesta abajo de los socialistas les llevaría, más pronto que tarde, a la desaparición o, en el mejor de los casos, a convertirse en una fuerza marginal.

¿Gobernar o no gobernar?

Un panorama no mucho mejor que aquel al que el PSOE se enfrentaría si se aupase al gobierno con un abanico de apoyos que tendría que pasar, precisamente, por Podemos, pero también por un nacionalismo catalán que ya está mucho más allá del monte: no parece fácil explicarle a los votantes socialistas de Andalucía, Madrid, Castilla-La Mancha o Extremadura, que suman prácticamente la mitad del electorado de Pedro Sánchez, ese acuerdo con partidos que ya han declarado la independencia.

Así, ese gobierno inestable, impresentable para muchos y que, probablemente, sería terriblemente ineficaz y con un coste alto en términos económicos, no podría suponer también sino un escenario muy parecido al de presentarse a unas elecciones en la próxima primavera: superado por Podemos el PSOE, en este caso quizá de un sólo golpe, se convertiría en un nuevo Pasok, el partido socialista griego que, tras dominar la política de su país durante décadas, ahora se conforma con sólo un pírrico 6% de los votos.

A Sánchez y al PSOE les quedan más opciones: los socialistas ya han dicho que no, pero también podrían favorecer la investidura de Rajoy con su abstención y la de Ciudadanos –Rivera ya lo ha propuesto-. Por un lado, sería un blanco fácil para la propaganda de Podemos y sus acusaciones de "dejar gobernar a la derecha" podrían ser igualmente letales para los de Sánchez.

Pero por el otro podría ejercer de principal partido de la oposición, no necesitaría apoyar ninguna ley de los populares excepto aquellas que pudiese vender como "logros sociales" en su haber y, sobre todo, pospondría la confrontación electoral durante al menos un año y medio. Tiempo en el que quizá, sólo quizá, el suflé de Podemos bajase y el PSOE recuperase sin dudas el papel preponderante en la izquierda que ha tenido desde la Transición.

No obstante, para que esta opción no fuese la tumba electoral de los socialistas requeriría una capacidad de influir en la opinión pública y de construir un discurso coherente que ofrecer a los votantes que parece lejos del alcance del equipo de Pedro Sánchez.

La "gran coalición"

Finalmente, en cualquier país europeo todo el mundo vería ahora la gran coalición como algo natural y, tras un resultado electoral como el de este domingo, se daría por hecho el acuerdo entre los dos grandes partidos: ha ocurrido más de una vez en Alemania dónde, de hecho, en este momento Merkel gobierna con los votos de la CDU y de sus rivales de SPD.

Rajoy u otro popular como presidente, y Sánchez o cualquier otro socialista como vicepresidente de un gobierno que tendría una mayoría absolutísima -213 diputados- que le permitiría impulsar numerosas reformas, incluso todas las constitucionales con el apoyo de Ciudadanos.

Un gobierno que podría irse a una legislatura larga, que sería capaz de ofrecer un buen resultado en lo económico y que sería examinado en las urnas dentro de cuatro años, tiempo más que suficiente para atajar el fenómeno de Podemos incluso desde el centro del problema: la brutal presencia propagandista de los de Pablo Iglesias en los medios de comunicación.

Por supuesto, esta opción también se enfrentaría a la propaganda del guerracivilismo más descarnado y el PSOE tendría que depurar su discurso y su relato para no ser víctima, paradójicamente, de la bestia que ellos mismos llevan alimentando desde hace más de una década: que la única razón de ser política de la mitad de los votantes españoles no es proponer ciertas políticas o acercarse a un modelo de país, es frenar el paso a una "derechona" que es el epítome de todos los males que ha sufrido España desde la Guerra Civil.

Ese es el gran problema del PSOE y quizá lo que muchos vean como su justo castigo: que la tumba en la que están a punto de caer la han cavado ellos mismos y ahora ha llegado un enterrador que promete ser mucho más eficaz en la tarea de enterrar, no sólo a la derecha, sino a todo el sistema del que los socialistas forman parte desde hace cuarenta años. Y adivinen quién está también dentro del ataúd.

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