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Cayetano González

El hijo de Gregorio Ordóñez

"ETA no solo asesinó a mi padre. Me robó tener recuerdos de una vida con él".

Javier Ordóñez Iríbar tenía tan solo catorce meses cuando, el 23 de enero de 1995, la banda terrorista ETA asesinó a su padre mientras comía en el bar La Cepa, en la parte vieja de San Sebastián. A punto de cumplirse el vigésimo tercer aniversario del asesinato de Gregorio Ordóñez, dirigente del PP de Guipúzcoa y teniente de alcalde del Ayuntamiento de la ciudad, Javier ha hablado por primera vez a través de una larga entrevista publicada este pasado domingo en El Correo de Bilbao y en el Diario Vasco de San Sebastián.

El testimonio y las consideraciones que Javier hace a lo largo de la entrevista me han suscitado tres reflexiones. En primer lugar, que, como es obvio, lleva los genes de su padre. Javier es claro, directo, sincero, valiente, como era Goyo, que así le llamábamos los amigos. En segundo lugar, me he vuelto a reafirmar en que las víctimas del terrorismo, sus familiares, son lo mejor de nuestra sociedad, su parte más noble; personas que han renunciado al odio (Javier dice expresamente que no siente odio por nadie: "Es un sentimiento que no lleva a nada positivo y hay que sacarlo de nuestras vidas, porque no nos ayuda ni a nosotros ni a los que nos rodean") y a tomarse la justicia por su mano.

Y en tercer lugar, me ha producido una profunda emoción una de las fotos publicadas, en la que se ve a la madre de Javier, Ana Iríbar, contemplando con orgullo de madre, embobada, desde el gozne de una puerta a su hijo, mientras se ultimaban los preparativos de la entrevista. Cuando Javier tenía cinco años, un día, mientras desayunaban en la cocina de su casa, Ana decidió contarle la verdad: su padre no volvería nunca porque unos terroristas le habían matado en un bar de San Sebastián. Ana ha sido la que ha sacado adelante a Javier, y este le corresponde –fluye en sus palabras– con un amor, un respeto y un agradecimiento infinitos.

Esta entrevista al hijo de Goyo Ordóñez prácticamente ha coincidido en el tiempo con la emisión, el pasado día 9, en la televisión pública vasca (ETB), del reportaje Los niños de la mochila, en el que se recogen los testimonios y las vivencias de un grupo de chicos y chicas que tienen a sus padres en la cárcel. ¿Por ser delincuentes comunes? No, por ser miembros de ETA y participado o colaborado en los asesinatos de la banda terrorista.

El reportaje hace hincapié en la vida tan difícil que tienen estos jóvenes, con uno o sus dos progenitores en la cárcel, y en lo duro que es para ellos tener que recorrer una vez al mes cientos de kilómetros para verlos, al estar alejados de las prisiones ubicadas en el País Vasco. Una vez más, la ETB, como bien ha denunciado Covite, "blanqueando" a ETA.

Bastante tienen estos jóvenes con la desgracia de tener un padre o una madre, o ambos, que han dedicado parte de su vida a matar a gente, único motivo por el que ahora están en la cárcel. La diferencia es que mientras que ellos al menos pueden verlos de vez en cuando, o hablarles por teléfono, el hijo de Gregorio Ordóñez no puede hacer nada de eso: "ETA no solo asesinó a mi padre. Me robó tener recuerdos de una vida con él", dice Javier en la entrevista citada. Esa es la cruda y dura realidad del inmenso daño causado por ETA. Los hijos de los terroristas, los niños de la mochila, pueden visitar a sus padres en las cárceles; Javier, si quiere estar con el suyo, tiene que ir a visitarle al cementerio de Polloe, en San Sebastián. Y lo mismo que Javier, los hijos, las viudas, los padres, los hermanos de las 857 víctimas mortales causadas por ETA.

¿Hará ETB algún día un reportaje con los hijos de las verdaderas víctimas? Apuéstense lo que quieran a que no.

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