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Cayetano González

Incógnitas para después del 20-D

¿Quién será el próximo presidente del Gobierno? ¿Qué pasará en el PP? ¿Y en el PSOE?

¿Quién será el próximo presidente del Gobierno? ¿Qué pasará en el PP? ¿Y en el PSOE?

El recuento de votos en la noche del próximo domingo y su correspondiente traslación a escaños será el primer paso, pero no el decisivo, para ir despejando una serie de incógnitas que a día de hoy es muy difícil resolver. E incluso con ese recuento encima de la mesa será necesario que transcurran unos cuantos días –no muchos, porque el 13 de enero es la fecha fijada para la constitución de las Cortes Generales– para ir saliendo de dudas. Las incógnitas que plantean estas elecciones no son de rango menor. Veamos algunas.

En primer lugar, ¿quién será el próximo presidente del Gobierno? Si las encuestas aciertan, el PP será la lista más votada, con una horquilla que va de los 110 a los 130 escaños, lejos en cualquier caso de los 176 que marcan la mayoría absoluta y con un retroceso importante respecto a los 186 conseguidos hace cuatro años. Con ese resultado, Rajoy tendrá muy complicado formar y presidir el próximo Ejecutivo. El margen de pacto del PP para la investidura de su candidato se limita sólo a Ciudadanos, y no parece que el partido de Rivera haya llegado hasta aquí para al final marcarse como meta apuntalar a los populares en el poder, sino más bien para desalojarlos e intentar sustituirlos a corto o medio plazo.

Y si Rajoy no es el próximo presidente, ¿qué pasará en el PP? Es muy poco probable que el actual inquilino de La Moncloa se quede en el Congreso como líder de la oposición; entre otras consideraciones, porque ese papel ya lo llevó a cabo durante siete años, desde 2004 a 2011, y volver a hacerlo después de haber degustado durante cuatro años las mieles del poder no es lo más apetecible. Lo normal sería que se retirara y diera paso a un sucesor o sucesora. Todos los gestos que ha tenido en los últimos meses apuntan a su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, como su preferida, pero ¿aceptaran de buen grado algunos dirigentes o barones regionales esa sucesión a dedo? ¿Qué piensa al respecto, por ejemplo, Alberto Núñez Feijóo?

En ese escenario de imposibilidad del PP para conformar Gobierno, la responsabilidad recaería en el segundo partido más votado, que a día de hoy puede ser cualquiera de los otros tres, con más posibilidades para PSOE o Ciudadanos que para Podemos. Esa segunda plaza será clave, porque, en el caso de que la ocupe el partido de Rivera, está claro que en el PSOE habrá una catarsis de tal envergadura que se llevará por delante a Pedro Sánchez y ,a partir de ahí serán los nuevos gestores del partido los que tengan que decidir qué hacen: apoyar a Rivera para La Moncloa o dedicarse en cuerpo y alma a reconstruir un partido cuya labor de demolición fue comenzada por Zapatero y continuada por sus sucesores.

Pero si los socialistas son segunda fuerza con un resultado que se aproxime a lo que señalan las encuestas –entre 80 y 95 escaños– se podría dar la paradoja de que con el peor resultado de su historia el PSOE pueda encabezar un Gobierno en el que tanto Ciudadanos como Podemos tendrían que decidir su nivel de apoyo e implicación. El supuesto, menos probable, de que fuera la formación de Pablo Iglesias el segundo partido más votado complicaría mucho la vida al PSOE, porque, aparte de la crisis interna que le crearía el ser rebasado por Podemos, abriría un debate interno sobre si apoyar a Iglesias –la ventaja que ellos esgrimirían sería que con ello se echaría a Rajoy del poder– o no hacerlo, ante el riesgo evidente de que, llegando al poder, Podemos se coma en poco tiempo al PSOE.

Estas son algunas de las incógnitas que deberán ser resueltas inmediatamente después de las elecciones. Y hay otras que, siendo de distinta naturaleza, tienen también su importancia. Por ejemplo, habrá que estar muy atentos a los resultados que se produzcan específicamente en Cataluña y cómo influyen en la decisión final que tome la CUP de apoyar o no la investidura de Artur Mas, algo que tiene fecha de caducidad: el próximo 9 de enero. Pintan mal las encuestas para los partidos independentistas, para Democracia y Libertad, la nueva marca de Convergencia, y para ERC, ya que la CUP no se presenta. Por el contrario, las encuestas dan muy bien a Ciudadanos y a la marca de Podemos liderada por Ada Colau, aunque esto último no sea ninguna garantía para sumar a los que se oponen al proceso secesionista.

También será significativo el resultado electoral en el País Vasco, por el hecho de que, una vez puesto en marcha el proceso independentista en Cataluña, podría ser la siguiente comunidad autónoma en subirse a ese tren, por mucho que los actuales dirigentes del PNV digan que no están en esa onda y que ellos lo que buscan es un nuevo pacto con el Estado pero por la vía del acuerdo. El próximo domingo, en el País Vasco los partidos constitucionalistas, PP y PSE, van a tener el peor resultado de su historia, y serán superados no sólo por el PNV y por Bildu, también por Podemos, al que las encuestas dan diputados en los tres territorios vascos. Navarra también será otro banco de pruebas importante.

Muchas incógnitas por resolver, pues, que requerirán una buena dosis de análisis que pueden ser la tumba política de algunos de los dirigentes de los llamados viejos partidos y la consagración de los nuevos. Lo que es evidente es que ya nada será lo mismo en este país llamado España a partir del próximo domingo.      

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