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Cayetano González

La próxima, ante la Moncloa

A Rajoy le ha llegado la hora de tener que tomar decisiones para parar este golpe de Estado.

Si el golpista Puigdemont declara este martes, de una manera o de otra, la independencia de Cataluña y el presidente del Gobierno no responde con la contundencia adecuada, aplicando todas las medidas que tiene a su alcance, entonces habrá llegado el momento de que el clamor popular que durante estos días ha salido a las calles en toda España –y especialmente el domingo en Barcelona– en defensa de la unidad de nuestra nación se encauce, incluso físicamente, hacia la carretera de La Coruña, más concretamente hacia el Palacio de la Moncloa, donde tiene sus aposentos Mariano Rajoy Brey.

La lección de patriotismo que cientos de miles de ciudadanos han dado en estos días a la clase política, y especialmente al presidente del Gobierno, ha sido sencillamente espectacular. El punto de inflexión, sin duda, fue el intachable discurso del Rey del pasado día 3. Pero incluso antes de esa fecha, en muchos balcones de nuestras ciudades la gente ya había colocado la bandera de España como forma de expresar su patriotismo y su defensa de la Nación. También había en ese gesto una crítica más o menos explícita a la inacción del Gobierno y de su presidente, que subió de tono cuando todo el mundo pudo comprobar que, a pesar de que Rajoy se había comprometido a evitarlo, el pasado 1-O hubo urnas, mesas electorales, papeletas y gente votando en Cataluña.

No se me ocurre qué más necesita el presidente del Gobierno para salir de su letargo, de su inacción y abandone su cómoda posición de dejar pasar el tiempo, confiando en que eso arregle los problemas. En definitiva, que cumpla y haga cumplir la ley a los Puigdemont, Junqueras y Forcadell de turno, que es lo que en su momento juró cuando tomó posesión de su cargo.

Ha llegado el momento de la verdad. En la lógica de las cosas, de lo que es la esencia del movimiento nacionalista, está que este martes el presidente de la Generalitat declare en el Parlamento de Cataluña la independencia de esta región del resto de España. Si lo hace de forma contundente, en diferido, simbólica, perifrástica, o aplicando los plazos que prevé la propia ley de desconexión, es lo de menos. Seguro que en estas horas Puigdemont estará buscando alguna fórmula en la que se pueda combinar esa declaración unilateral de independencia con una apelación o propuesta de diálogo o de mediación y que, por lo tanto, unos y otros puedan acogerse a la parte de la declaración que más les interese. En el fondo, buscarán la trampa, la triquiñuela, algo que mantenga vivo el procés.

Si se produce la famosa DUI, la respuesta del Gobierno de la Nación tiene que ser clara, contundente y que no deje lugar a dudas, sin enredarse en interpretaciones sobre su verdadero alcance. La respuesta del Ejecutivo debe tener como objetivo lo que el propio Rey señaló en su declaración institucional: la restauración de la ley y del orden constitucional en una parte de España como es Cataluña. No será fácil y se pueden vivir en los próximos días y semanas situaciones complicadas, de alta tensión social. Es lo que tienen la locura y la irresponsabilidad con la que han actuado los actuales gobernantes de Cataluña y la tardanza en actuar por parte del Gobierno de la Nación, dejando que las cosas hayan ido demasiado lejos.

A Rajoy le ha llegado la hora de tener que tomar decisiones para parar este golpe de Estado. Si la DUI se lleva a cabo, ya no podrá seguir escondido, porque si lo hace serán muchos los españoles que tomarán nota de ello y le pasarán factura, sin ninguna duda, en las próximas elecciones. Algunas encuestas publicadas en las últimas horas ya apuntan en esa dirección, y habitualmente, aunque sea muy triste constatarlo, es lo único que hace reaccionar a ciertos políticos.

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