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Cayetano González

¿Quién teme a Ciudadanos?

El de Rivera es claramente el partido que mejor ha conectado con el sentimiento de hartazgo, de rebelión cívica y patriótica.

El de Rivera es claramente el partido que mejor ha conectado con el sentimiento de hartazgo, de rebelión cívica y patriótica.
EFE

El 23 de febrero de 2015 publicaba en este mismo espacio de opinión una columna que titulaba: "¿A quién molesta Ciudadanos?", y en el primer párrafo respondía directamente a ese interrogante:

Claramente y en primer lugar al PP. El nerviosismo y la desazón de los populares ante la buena intención de voto que pronostican todas las encuestas al partido liderado por Rivera es más que evidente.

Transcurridos más de dos años y medio, los motivos, no ya para sentirse molestos sino para albergar temor a Ciudadanos, son una realidad que ha hecho mella en el PP y también en el PSOE.

Durante los últimos días, la sarta de descalificaciones dirigidas desde estos dos partidos hacia la formación naranja ha sido espectacular. Formalmente, los populares se han agarrado a la oposición de Ciudadanos a la ley del cupo vasco aprobada la pasada semana en el Congreso para arremeter contra ellos. Lo de menos es que esa oposición tuviera como motivo principal la forma en que los Ejecutivos central y vasco han calculado el cupo, y no por una postura contraria a la figura del concierto económico, que podrá ser considerado un privilegio para la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra, pero que es plenamente constitucional y, por lo tanto, si se quiere suprimir o modificar habrá que hacerlo a través de la reforma de la Constitución.

La razón de fondo del temor del PP a Ciudadanos es que los populares son conscientes de que los naranjas les están arrebatando votos a mansalva, y eso lo encajan muy mal tanto en Moncloa como en la calle Génova, donde piensan que el voto tiene que ser cautivo, de ellos naturalmente, y no acaban de aceptar que haya ciudadanos que les hayan abandonado, otros lo harán en próximas citas electorales, para votar a estos recién llegados a la política que son los de Rivera.

Si uno contempla el horizonte electoral de Cataluña, es como para que esos temores del PP se conviertan en pánico. Las encuestas dan a Ciudadanos un crecimiento espectacular que les sitúa a un punto de la fuerza más votada, ERC, y, por el contrario, pronostican un auténtico batacazo al PP. Que el partido que gobierna en España pueda ser la séptima fuerza en Cataluña, con 6 diputados de 135 y un 5% de los votos, no sólo sería para que la noche de 21-D se cobraran desde Madrid, que lo harán, la cabeza del valeroso y corajudo García Albiol, sino para que también desfilara por la pasarela de la dimisión la adalid de la fallida operación Diálogo y actual presidenta de la Generalitat. Pero, reitero, Rajoy y los sorayos de turno tomarán como chivo expiatorio del descalabro electoral a Albiol y pondrán en su lugar a Dolors Montserrat, que no aportará ni un solo voto a los populares catalanes.

A nivel nacional, las expectativas de Ciudadanos son también muy buenas, fruto de que es claramente el partido que mejor ha conectado con el sentimiento de hartazgo, de rebelión cívica y patriótica, que muchos españoles han demostrado en los últimos meses ante el proceso secesionista catalán. Unas expectativas que sitúan a la formación naranja a la par del PSOE en intención de voto, lo cual explica el nerviosismo de los socialistas y las descalificaciones que dirigen hacia los de Rivera.

Si, aplicando la figura futbolística, Ciudadanos no se emborracha de balón –a veces son un poquito Pepito Grillo– y sigue ahormando un proyecto centrista que recoja amplias capas de votantes desencantados tanto de un PP en claro proceso de decadencia como de un PSOE que no acaba de refundarse como un proyecto nacional, sin veleidades nacionalistas ni podemitas, puede dar la gran sorpresa en las próximas elecciones generales. De momento, en Cataluña el próximo 21-D, y lo siento en lo personal por Albiol, nunca había sido tan evidente que el voto útil de quien se sienta catalán y español es para Ciudadanos y para su líder en aquella comunidad autónoma, Inés Arrimadas.

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