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Cayetano González

Quo vadis, Rajoy?

La capacidad y el margen que tienen los populares para establecer alianzas y pactos son mucho menores que los que tiene la izquierda.

La capacidad y el margen que tienen los populares para establecer alianzas y pactos son mucho menores que los que tiene la izquierda.

Esperar que el actual presidente del Gobierno y del PP hiciera un mínimo de autocrítica tras el batacazo sufrido por su partido en las elecciones andaluzas del domingo es como pensar que Ancelotti salga esta semana a decir que la BBC ya no es intocable y que a partir de ahora jugará, como le pide todo el mundo, con un claro 4-4-2, sacrificando si es necesario a Bale o a Benzema o incluso a Ronaldo. Puestas así las cosas, a día de hoy es más factible que suceda lo segundo que lo primero, ya que la autosuficiencia de la que continuamente hace gala Rajoy, no se sabe muy bien en base a qué, junto a la cohorte de aduladores y pelotas que le rodean, es tan fuerte que le impide ver la realidad.

El problema en cualquier caso es que el resultado de las elecciones andaluzas ha confirmado que el partido que refundó Aznar en Sevilla el uno de abril de 1990 sigue avanzando por el camino de la descomposición y del desmoronamiento, ya no sólo en el plano de las ideas sino en el del apoyo ciudadano.

El PP, que consiguió una clara y holgada mayoría absoluta en las generales de 2011 –le votaron casi once millones de personas–, ya recibió un primer y serio correctivo en las europeas del pasado año. Entonces se argumentó por parte de los actuales dirigentes populares que ya se sabe que en unas elecciones de ese tipo la gente se permite desahogos a la hora de depositar la papeleta en la urna. Es decir, una vez más, tomaron a los ciudadanos por tontos.

Ahora, tras el revolcón andaluz, otra vez los portavoces populares han puesto en circulación los argumentos manidos de siempre: que si unas autonómicas no son extrapolables al resto de España, que si se ha ganado en casi todas las capitales de provincia, que si se han sacado más votos que en las europeas, que si Susana Díaz no ha conseguido la mayoría absoluta. Todo menos hacer un mínimo de autocrítica y reconocer lo obvio: que hay una parte del electorado popular que está literalmente hasta el gorro de los Rajoy, Soraya, Cospedal, Arenas y Floriano de turno; es decir, de toda la mediocridad que reina en Génova y en La Moncloa; que ese electorado ya no quiere saber nada de un partido y de un presidente que han renunciado en los tres años que llevan en el poder a hacer una cosa que se llama política, abandonando y vaciando de contenido los principios y valores que hicieron en su día del PP el gran partido del centro-derecha en España.

Ahora vienen las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo. Y es seguro que el PP en algunas plazas cosechará unos resultados más decentes que los de este domingo en Andalucía. Ese puede ser el caso de Madrid, la Rioja, Valencia capital, Aragón, Castilla y León o Cantabria, donde los candidatos tendrán un especial tirón y protagonismo, al estilo del que ha tenido la lideresa socialista en Andalucía. Otra cosa es que en la mayor parte de los sitios el PP no consiga la mayoría absoluta y, por tanto, un posible pacto de la izquierda le desaloje del poder. Porque la capacidad y el margen que tienen los populares para establecer alianzas y pactos son mucho menores que los que tiene la izquierda.

Luego llegarán, en setiembre, las elecciones en Cataluña, donde las expectativas del PP son perfectamente descriptibles: ser la quinta o sexta fuerza y, por lo tanto, absolutamente irrelevante a la hora de condicionar el gobierno de la Generalitat. Y a finales de año, las generales. Rajoy y los arriolos y sorayos que le rodean lo fían todo a dos cuestiones: a que los ciudadanos noten y sientan ya en sus vidas y bolsillos la recuperación económica y al miedo a Podemos. Lo primero es mucho fiar y lo segundo es un error de dimensiones descomunales que lo único que pone de manifiesto es la endeblez ideológica y política del PP y de sus actuales dirigentes.

Con el resultado de este domingo en Andalucía, y tal como está el PP en Cataluña, en el País Vasco, en Navarra, en unas elecciones generales –y teniendo en cuenta además que ha surgido con fuerza una alternativa al voto popular que se llama Ciudadanos– el partido que a día de hoy preside Rajoy estaría, como mucho, en torno a los 120-130 diputados, es decir, 50-60 menos de los que tiene actualmente. ¿Y con ese resultado esperan poder gobernar? ¿Con quién? Ya se sabe que hay algunos, entre ellos el propio Rajoy, que apuntan desde ya a una coalición con el PSOE. Es una posibilidad. Pero hay otra, que de momento es la que se ha experimentado en el pasado reciente en diferentes lugares: un pacto de toda la izquierda y de los nacionalistas contra el PP.

Sabido es el argumento por excelencia de los muy marianistas: lo del "magistral manejo de los tiempos" del inquilino de La Moncloa. ¿Contemplará ese argumento de tanta solidez intelectual una retirada a tiempo del personaje antes de que los ciudadanos le manden a su casa y tenga que salir de La Moncloa por la puerta de atrás y con el rabo entre las piernas? Puede que sí o… puede que no, que diría el propio afectado.

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