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Charles Krauthammer

Buenas vallas hacen buenos vecinos

Una barrera es algo muy simple de construir. Su eficacia ha sido probada ya bastantes veces. Los chinos la emplearon con éxito, y Adriano también. En nuestros días, la valla que Israel ha construido ha reducido los ataques suicidas en más de un 90%.

El motivo por el que la reforma integral de las leyes de inmigración está en peligro, pese a la reanimación parcial a la que se le ha sometido, es que es un compromiso complejo con demasiadas partes móviles y demasiados intereses en conflicto. Los empresarios tienen interés en un programa de trabajadores invitados; los sindicatos no lo quieren ver ni en pintura. Los reformadores pretenden introducir un sistema de puntos que admita preferentemente a inmigrantes con educación y habilidades; las asociaciones de inmigrantes, como es natural, quieren mantener el sistema existente que da preferencia a sus familiares. Los progres quieren la legalización ya; los conservadores insisten en que antes debe certificarse que se aplica la ley contra la entrada de más inmigrantes.

Solamente hay una medida que tiene apoyo unánime: un control de fronteras más férreo. He visto a senadores levantarse y plantear objeciones al sistema de puntos, a la inmigración en cadena, a los trabajadores invitados y a todas y cada una de las ideas incorporadas en esta ley, excepto una. Aún tengo pendiente escuchar a un senador decir que está en contra de un mejor control de nuestras fronteras.

¿Por qué no empezar entonces aprobando lo que todos dicen apoyar? Después de todo, los partidarios de esta reforma integral insisten en que la situación actual es intolerable y que debe ser solucionada. Eso implica necesariamente que, por mucho que difieran en la manera en que debería resolverse el desastre que tenemos entre manos, están de acuerdo en pensar que no se debe permitir que algo así suceda de nuevo. Y la única manera de lograrlo es controlando las fronteras.

Así pues, ¿qué razón hay para no aprobarlo, asumiendo que las demás medidas polémicas serán resueltas en el futuro? Pues que a pesar de todas las declaraciones altisonantes, muchos de los que afirman estar profundamente interesados en el control de fronteras están siendo deshonestos. Aseguran preocuparse por controlar la inmigración ilegal porque tienen que hacerlo. Pero en realidad les inquieta tan poco que están dispuestos a condicionarlo a otras medidas controvertidas, sobre todo la legalización.

¿Por qué tengo tantos recelos con la honestidad de los reformadores sobre su deseo de implementar un control fronterizo de verdad? En parte a causa del ridículo debate sobre la construcción de una barrera. A pesar del éxito de la valla fronteriza en la zona de San Diego, parece ser muy importante que eso no se repita. La ley que está ahora en el Senado proporciona dinero para vallar un quinto de nuestra frontera y la colocación de barreras móviles en no más de un noveno. En su lugar, se nos prometen todo tipo de sustitutos tecnológicos imaginativos –sensores, cámaras, vehículos aéreos no tripulados– y muchos más uniformados con armas para perseguir a quienes la atraviesen.

¿Por qué? Una barrera es algo muy simple de construir. La eficacia de la tecnología ha sido probada ya bastantes veces. Los chinos la emplearon con éxito, y Adriano también. En nuestros días, la valla que Israel ha construido ha sido tan eficaz a la hora de mantener a raya a los intrusos que los ataques suicidas se han reducido en más de un 90%. Las barreras simplemente funcionan. Es el motivo por el que la gente las tiene rodeando sus casas; no porque los propietarios no sean acogedores, sino porque insisten en que aquellos que quieran entrar en sus dominios llamen primero a la puerta.

Las barreras son simples. No exigen mucho mantenimiento. Dos vallas con una carretera para las patrullas entre ellas en toda la frontera entre Estados Unidos y México serían relativamente baratas, fáciles de construir y sencillas de mantener. ¿Por qué esta predilección por cacharros de alta tecnología que no impiden físicamente de ninguna manera la entrada ilegal sino que simplemente la detectan, activando una alarma, provocando quizá una detención y quizá algo de violencia? Para una serie de televisión es la bomba. ¿Pero por qué es bueno para el país? Ciertamente es bueno para la Patrulla de Fronteras, a cuyos miembros garantiza un programa de empleo a tiempo completo hasta el fin de los tiempos. ¿Pero por qué lo es para el resto de nosotros? A las vallas no hay que pagarles la jubilación.

Al final, el único argumento contra las vallas es, por supuesto, el simbolismo. No queremos una barrera que anuncie al mundo que Estados Unidos está cerrado. Pero eso es completamente irracional. El hecho es que, según la ley, Estados Unidos está ya completamente cerrado para todos excepto para aquellos a los que, tras seguir elaborados procedimientos, se les juzga dignos de ingresar en la familia norteamericana. Estas objeciones a la barrera deberían ser objeciones a la ley que cierra Estados Unidos, no a los medios que en la práctica permitirían hacer cumplir de verdad esa ley.

Una valla anuncia al mundo que Estados Unidos está cerrado a... los inmigrantes ilegales. ¿Qué hay de malo en eso? ¿No hacen lo mismo todos los demás países? El único motivo por el que los demás no necesiten una barrera semejante es que no son ni la mitad de atractivos que Estados Unidos, no porque nosotros seamos más opresivos o menos acogedores.

Las barreras son desagradables, lo reconozco. Pero no tan desagradables como doce millones de personas viviendo en el anonimato en un país que ha renunciado al control de sus fronteras. Una reforma integral de las leyes de inmigración simplemente tiene demasiadas medidas polémicas como para obtener la aprobación de una mayoría del Congreso o del país. Pero todos estamos de acuerdo en hacer cumplir la ley, ¿no? De modo que hagámoslo. Hagámoslo por el método más sencillo, y hoy mejor que mañana. Una vez que nuestras fronteras estén visiblemente bajo control, todo lo demás pasará a ser factible. Incluso la amnistía.

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