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Charles Krauthammer

Que Putin pague los platos rotos

El presidente Bush podría aprovechar su relación íntima con Putin para enviarle una copia de la muy entretenida (y muy ficticia) película La guerra de Charlie Wilson a fin de recordar a Vlad nuestra capacidad para desangrar Rusia.

El alto el fuego entre Rusia y Georgia arbitrado por el presidente de Francia no es tan interesante como parece a simple vista. Sus términos siguen cambiando a medida que el ejército ruso avanza. Desde entonces Rusia ha ocupado Gori (convenientemente el lugar de nacimiento de Stalin), dividiendo en la práctica Georgia en dos mitades. La carretera a la capital, Tbilisi, está abierta, pero parece ser que el primer ministro Vladimir Putin ha elegido temporalmente buscar sus objetivos a través de la presión militar y la pasividad occidental en vez de realizar una ocupación descarada.

Sus objetivos son claros. Van más allá de separar Osetia del Sur y Abjazia de Georgia y absorberlas dentro de Rusia. Van más allá de destruir al ejército georgiano y dejar el país a merced de Rusia. El verdadero objetivo es la neutralización de la Georgia no comunista expulsando al presidente Mikheil Saakashvili y sustituyéndolo por una marioneta rusa.

Lo cual explica que Putin detenga al ejército ruso (por ahora) a escasa distancia de Tbilisi. Lo que todo el mundo pasa por alto de forma voluntaria en este alto el fuego es que todas las medidas futuras (retirada de tropas, acuerdos territoriales, fuerzas de pacificación) van a tener que ser negociadas entre Rusia y Georgia. Pero Rusia afirma que no hablará con Saakashvili. El cambio de régimen se convierte por tanto en la primera exigencia de cualquier movimiento en los frentes. Esta será la coletilla de Putin en los próximos días. Él cuenta con que Europa presione a Saakashvili para que dimita y/o huya con tal de "dar una oportunidad a la paz".

La finlandización de Georgia daría a Rusia el control del oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhán, que es la única ruta europea del petróleo y el gas del Mar Caspio que no atraviesa Rusia. Como los oleoductos son las arterias económicas de antiguas repúblicas soviéticas como Kazajastán o Azerbaiyán, que viven de las exportaciones energéticas, Moscú se convertirá así en el amo de la cuenca del Caspio. La subyugación de Georgia ha tenido un efecto añadido. Advierte a los antiguos satélites de Rusia en el Báltico y Europa Oriental de lo que sucede si se acercan demasiado a Occidente. Es el primer paso de cara al restablecimiento de la hegemonía de Rusia en la región.

¿Qué hay que hacer? Seamos realistas. Militarmente no se puede hacer nada. Lo que podemos es alterar el balance coste-beneficio de Putin. No carecemos de recursos. Hay un amplio abanico de medidas que se pueden desplegar si Rusia no respeta sus compromisos adquiridos en el alto el fuego:

1. Disolver el Consejo Rusia-OTAN establecido en 2002 para ayudar a acercar Rusia a Occidente. Dejar claro que esa disolución se acompañará de la suspensión. El Consejo concedía automáticamente a Rusia un asiento en la mesa de la OTAN. El mensaje: invadir democracias vecinas priva del asiento.

2. Prohibir la entrada rusa en la Organización Mundial de Comercio.

3. Disolver el G-8. La presencia dictatorial de Putin lo convirtió hace tiempo en una farsa, pero nadie quiso enfurecer al oso expulsándolo. No hay ninguna necesidad. Las siete democracias simplemente se retiran. A continuación anuncian inmediatamente la reconstitución del G-7 original.

4. Anunciar un boicot de Estados Unidos y Europa a las Olimpiadas de Invierno 2014 en Sochi. Hacer otra cosa será obsceno. Sochi se encuentra a 15 millas de Abjazia, la otra provincia georgiana recién invadida por Rusia. Las Olimpiadas se convertirán en una selecta competición entre los equipos de trineos ruso, bielorruso y jamaicano.

Todos estos pasos (excepto la disolución del G-8, que debería ser irreversible) serían objeto de reconsideración dependiendo de las acciones rusas. Como mínimo, y lo más importante, es que Rusia debe retirar sus tropas de territorio georgiano propiamente soberano hacia Osetia del Sur y Abjazia.

Sin embargo, la medida más crucial e incondicional es esta: reafirmar el apoyo al Gobierno de Saakashvili y manifestar que su expulsión por parte de los rusos va a conducir al reconocimiento de un Gobierno en el exilio. Esto sería interpretado inmediatamente como un factor que nos proporciona la base legal para abastecer y apoyar a una resistencia georgiana frente a cualquier régimen de instauración rusa.

El presidente Bush podría aprovechar su relación íntima con Putin para enviarle una copia de la muy entretenida (y muy ficticia) película La guerra de Charlie Wilson a fin de recordar a Vlad nuestra capacidad para desangrar Rusia. Putin no necesitará recordatorios sobre la capacidad y el largo historial de los georgianos de hacer lo mismo a los invasores.

El Presidente Bush necesita compensar su momento mini-Katrina cuando se entretenía en Pekín pasando el rato bromeando con nuestro equipo de vóleibol femenino mientras Putin volaba a Osetia del Norte a dirigir la invasión de un país vecino. Bush envía a la Secretaria de Estado Condoleezza Rice a Francia y a Georgia. Un poco tarde. Su tarea debe ser presentar estas sanciones, alcanzar un acuerdo europeo en cuantas sea posible y empezar a imponerlas, calibrado el comportamiento ruso. Y lo más importante de todo, evitar cualquier Euro-vacilación a costa de la supervivencia del Gobierno democráticamente elegido de Georgia.

Tenemos la mano. Deberíamos jugarla. Hay mucho en juego.

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