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Clifford D. May

El siguiente reto: la ciberguerra

La seguridad nacional todavía sigue sin ser la prioridad que debe ser. Para muchos políticos, académicos y periodistas, temas como la asistencia sanitaria o el "cambio climático" son mucho más urgentes.

Si un gran experto en inteligencia dijera que Estados Unidos no está preparado para la guerra y que en realidad si fuéramos a la guerra "nosotros la perderíamos", eso sería preocupante, ¿no? Pues es hora de preocuparse.

El experto es Mike McConnell, director de la Agencia de Seguridad Nacional durante la etapa del presidente Clinton y director de Inteligencia Nacional durante la etapa del presidente Bush. Él no se estaba refiriendo a una guerra convencional, una guerra de guerrillas o a una insurgencia. Se refería a una ciberguerra. Pero que quede claro que una ciberguerra no tiene nada que ver con diversión y videojuegos. La semana pasada, McConnell le dijo a un comité del Senado que el riesgo de ciberataques al que nos enfrentamos "es tan serio como el de las armas nucleares".

Los cibercombatientes podrían provocar apagones masivos que durasen meses. Podrían destruir los procesos electrónicos sobre los cuales se han cimentado nuestras actividades bancarias y comerciales así como nuestros sistemas financieros, robándose grandes sumas de dinero o simplemente vaciando las cuentas. Podrían poner nuestros sistemas de transporte aéreo en peligro. Hasta podrían paralizar nuestra infraestructura de defensa y seguridad nacional. Es posible defenderse contra tales amenazas. Pero no lo estamos haciendo adecuadamente.

McConnell ha estado dando la voz de alarma por algún tiempo ya. La mayor parte de los medios de comunicación, y por lo tanto la mayoría de americanos, no ha estado prestando atención.

Casi hace un año, Jim Lewis, director del director del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS), le dijo a Steve Kroft del programa 60 Minutes que, en 2007, Estados Unidos tuvo "un Pearl Harbor del espionaje. Una potencia extranjera, de la que francamente desconocemos su identidad, se coló en el sistema informático de los Departamentos de Defensa, Estado, Comercio, probablemente Energía y probablemente también de la NASA".

Después de eso creerá usted que se ha comenzado con un serio programa integral de ciberdefensa. Pero en un editorial publicado en el Washington Post, McConnell advertía de que al Gobierno de Estados Unidos "todavía le queda por abordar las preguntas más básicas sobre ciberconflictos... Carecemos de una estrategia cohesiva para hacerle frente a este reto".

A eso agréguele la creciente amenaza de la ciberdelincuencia. Joseph Menn, en su brillante y alarmante libro Fatal System Error (Error fatal del sistema), avisa de que ya es una "economía sumergida que vale varias veces más que el comercio de las drogas ilegales, que ya ha afectado a Gobiernos nacionales y que tiene el potencial de minar la riqueza y seguridad de Occidente".

Menn pronostica que "si no se contiene la ciberdelincuencia, es probable que empeore, potencialmente acabando con nuestra fe en las transacciones electrónicas y haciendo de internet un medio apto para nada más que el entretenimiento y la comunicación informal cuasi pública".

¿Y qué me dice sobre el siguiente escenario de pesadilla: cibercriminales y cibercombatientes uniendo sus fuerzas? Pues eso ya está sucediendo. En febrero del año pasado, el almirante Dennis Blair, director de Inteligencia Nacional del presidente Obama, dijo en una declaración ante el Senado que "poderosas y muy destacadas bandas criminales euroasiáticas forman alianzas estratégicas con altos líderes políticos y magnates comerciales para operar desde un refugio relativamente seguro sin tener que preocuparse mucho o nada por juicios o arrestos internacionales".

Menn dice que "lo cierto es que una serie de poderosísimos gobiernos, especialmente los de Rusia y China, han aprovechado el desarrollo de la era de internet como el momento para aliarse con el crimen organizado. El Gobierno ruso, y posiblemente el chino, tiene acceso a mentes capaces no sólo de robar millones de millones de dólares, sino con el potencial de afectar la economía occidental. ¿Por qué no iban a propulsar una mayor exploración del asunto para mantener semejante arma a su favor?

Los chinos han sido sinceros sobre la oportunidad que se les abre ante las vulnerabilidades americanas. Menn observa que el analista militar chino Wang Huacheng, en un informe del año 2000, describía la dependencia americana de información tecnológica e internet como "puntos flacos y debilidad estratégica". Se sabe que las fuerzas chinas han penetrado en los laboratorios nacionales de Sandia y en varias webs militares americanas. El mayor general de las Fuerza Aérea americana William Lord ha dicho que los chinos se han bajado "diez terabytes de datos, la misma cantidad que contiene la Biblioteca del Congreso".

Los terroristas están penetrando igualmente en el ciberespacio. Menn informa de que "tres yihadistas británicos, condenados en 2007 por incitar al asesinato, tuvieron acceso a una base de datos con 37.000 tarjetas de crédito robadas y compraron 250 pasajes de avión, equipos de visión nocturna, cientos de teléfonos celulares con tarjetas pre-pago, dispositivos GPS y un total de 3 millones y medio de dólares en compras para ayudar a otros dentro del movimiento".

¿Podrían hacer lo mismo los yihadistas ligados a Irán o Al Qaeda por su propia cuenta o haciendo causa común con cibercriminales o cibercombatientes de países gobernados por regímenes que quisieran hacer daño a Estados Unidos? Sí, con demasiada facilidad.

Menn dice que la respuesta de la administración Bush "a la amenaza de la ciberguerra fue pésima". En cuanto al presidente Obama, "inicialmente parecía entender la situación" ya que indicó en uno de sus primeros discursos presidenciales que: "Nuestra defensa y las redes militares están bajo ataque constante". Pero durante el primer año de Obama en el cargo, poco se ha hecho para proteger a Estados Unidos contra cibercombatientes, cibercriminales y ciberterroristas.

La buena noticia es que hay soluciones. "No es un problema de recursos" explica McConnell, "pese a nuestra estrechez económica, podemos permitirnos mejorar nuestras defensas". Pero también pronostica que aparentemente hará falta que Estados Unidos sufra un ciberataque catastrófico antes de que la opinión pública exija a sus líderes que hagan de esta amenaza una gran prioridad.

El Senado ha estado trabajando durante casi un año bajo la dirección de los senadores John Rockefeller y Olympia Snowe en una ley que al menos sería un paso en la dirección correcta. Ésta requeriría "una ciberestrategia integral, identificar el papel clave que juegan todos los actores importantes en las iniciativas gubernamentales de la ciberseguridad" y recomendaría que haya un cibercoordinador a nivel ministerial y confirmado por el Senado.

Después del colapso de la Unión Soviética en 1991, la seguridad nacional se dejó para después. Una consecuencia de esa actitud fue el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001. Hoy, a pesar de sus compromisos militares en Irak y Afganistán, la seguridad nacional todavía sigue sin ser la prioridad que debe ser. Para muchos políticos, académicos y periodistas, temas como la asistencia sanitaria o el "cambio climático" son mucho más urgentes.

Estados Unidos ha construido una increíble sociedad de alta tecnología. Pero es como volar sobre alas de mariposa. Nuestros enemigos saben lo frágil que es. Y nosotros también. La diferencia es que ellos harán lo que sea por destruir esa sociedad. Y nosotros no estamos haciendo todo lo que podemos para defendernos y derrotarlos.

 ©2010 Scripps Howard News Service
©2010 Traducido por Miryam Lindberg

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