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Cristina Losada

Alguien llama franquista a alguien

¿Vamos a darle alas a la mentira podrida? ¿Vamos a tomar en serio esa bazofia? ¿Es que sólo hay que hacerle fact-check a Trump?

¿Vamos a darle alas a la mentira podrida? ¿Vamos a tomar en serio esa bazofia? ¿Es que sólo hay que hacerle fact-check a Trump?
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El separatismo catalán está gritando "¡franquista!" sin parar desde el 1 de octubre. El grito lo ha preparado, ensayado y probado durante mucho tiempo. Con todo ese tiempo de preparación, con un extenso cultivo de falsedades históricas bien abonado con dinero público, ha conseguido creérselo. Ha logrado creer que lo suyo es el antifranquismo y todo lo que se opone a lo suyo, el franquismo. Ha interiorizado esa impostura intelectual y ese fraude histórico, y ahora ya no hay día en que no usurpe, robe y saquee el antifranquismo real, el que hubo en vida del dictador Franco, y acuse de franquista a alguien.

Fraude, estafa, impostura, bajeza moral. Y, sobre todo, mentira. Pero ahí lo tenemos: ninguna acusación de franquista que arrojan los impostores pasa desapercibida. Al revés. Todas se anuncian a bombo y platillo. Ahora mismo, por ejemplo, la única información relevante que proporciona la prensa sobre la manifa bruselense de los separatas es que uno de ellos, exconsejero fugado, ha llamado franquista al Gobierno de España. Si quiero, puedo leer esa mamarrachada de Toni Comín en las portadas de todos los periódicos españoles y, si quiero, puedo verle en vídeo diciéndola, cosa que evito para no pasar vergüenza ajena. Resulta penoso que siendo hijo de un antifranquista de verdad, este hombre, adulto, se enfangue de esa manera. Pero qué le vamos a hacer. No podemos hacer nada. Es su problema.

Mi problema es otro. Es que cada una de esas mentiras cobre altura de noticia. Que cada una de las acusaciones de franquismo que sale del intestino separatista sea cuidadosamente recogida, reproducida y elevada al altar de los titulares. Que una flatulencia ante la que sólo cabe reaccionar tapándose la nariz y yendo a toda prisa a por un ambientador adquiera el estatus de un mal olor que necesariamente debemos soportar.

Es como si tuviéramos que aguantar el tufo pestilente de la acusación mentirosa para castigarnos por el pecado franquista. Y el pecado franquista es un pecado tan rarito que sólo lo han cometido los demás (porque aquí no hubo franquistas, según la ficción histórica comúnmente aceptada), pero hemos de expiarlo todos per sécula seculorum y hasta el fin de los tiempos, pues nunca hemos querido reconocerlo (no hemos afrontado nuestro pasado, según la misma ficción).

Por lo que sea. A lo tonto es por pereza. Ya se ha instalado la rutina de considerar noticioso que alguien llame franquista a alguien, igual que se ha instalado la rutina de llamar franquista. A lo peor es que le interesa al público, que a veces nunca tiene suficiente del mismo producto. Y es posible también que los separatistas catalanes no digan ya otra cosa más que "son franquistas, son franquistas, son franquistas", en su delirio. Bien. Vale. Pero ¿vamos a darle alas a la mentira podrida? ¿Vamos a tomar en serio esa bazofia? ¿Es que sólo hay que hacerle fact-check a Trump?

Hoy, cuando alguien llama franquista a alguien, lo único que está diciendo, en realidad, es que no fue antifranquista si tuvo edad para serlo, o que no lo hubiera sido de haberla tenido.

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