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Cristina Losada

Cumbres bochornosas

Gracias al empeño de ZP de sentarse en la cumbre, aunque fuera sobre una silla plegable, el mundo podrá beneficiarse de tan profundas y progresistas sugerencias y habrá garantías de que los cambios sean reales.

El presidente del Gobierno del concepto discutido y discutible desvelaba este fin de semana los aspectos centrales de su aportación a la cumbre del próximo sábado en Washington. Consciente de que el mundo estaba en vilo a la espera de sus propuestas y que a duras penas podía aguardar un minuto más, Zapatero daba a conocer, ante la militancia socialista de Canarias, una batería de reflexiones que los miembros del G-20 se disponen a estudiar concienzudamente en los días que restan.

El núcleo duro de sus cogitaciones estriba en que "no valen paños calientes" ante la crisis, una visión que marca un antes y un después en el modo de abordar la difícil situación de la economía. Frente a la tentación de poner parches, que acecha a tantos dirigentes, ZP establece como punto de partida para resolver los problemas financieros internacionales el valiente principio de que a grandes males, grandes remedios. Hay que hacer, dice, una reforma "a fondo", esto es, una buena limpieza y no lo que ve la suegra, pues con la que está cayendo no es momento de barrer debajo de la alfombra.

Según su diagnóstico, "las políticas económicas que han prevalecido" son los polvos de los que vienen estos lodos, pues notorio es que quien mal anda mal acaba. En velada alusión a los neocon, a los que culpa en privado, o sea, en España, de llevarnos a este atolladero, sostendrá en Washington que la salida a la crisis no consiste en que cada palo aguante su vela y mucho menos en que quien quiera peces se moje el culo. ZP insistirá, por el contrario, en que cada moneda tiene dos caras, así como en la necesidad de trabajar "codo con codo".

El presidente expondrá la novedosa idea de que "hoy como nunca en la Historia, el mundo está interrelacionado" y que "lo que pasa en cada rincón puede afectar y pasar al conjunto de todo el mundo", pues ese curioso fenómeno sólo era hasta hace poco una mera y endeble hipótesis. Zapatero proclamará así ante el G-20 que el mundo es un pañuelo, e instará a los líderes del planeta a poner sus barbas a remojar cuando las del vecino vean pelar, tras advertirles de que mal de muchos es consuelo de tontos.

Gracias al empeño de ZP de sentarse en la cumbre, aunque fuera sobre una silla plegable, el mundo podrá beneficiarse de tan profundas y progresistas sugerencias y habrá garantías de que los cambios sean reales, toda vez que las apariencias engañan y a río revuelto, ya se sabe lo que pasa. En fin, las cartas del "Gobierno de España" están boca arriba y ahora les toca mover ficha a los demás. Zapatero brilla, de nuevo, en la vanguardia.

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