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No debían de haber llegado nunca a la cohabitación. Los socialistas y los nacionalistas de Vigo se llevaron mal en el anterior gobierno municipal, firmaron su nuevo pacto a cara de perro, pasaron unos meses tirándose los trastos, y finalmente, lo normal: uno ha roto la relación. Los del BNG han sido expulsados de la casa común y sus bramidos se han oído por toda Galicia, pues amenazan con romper su matrimonio de conveniencia con el PSOE en todas partes, e incluso con serle infiel. Y están dispuestos a enredarse nada menos que con “el enemigo”: un PP que no descarta dejarse querer por quienes lo lincharon a cuenta del Prestige y de la guerra de Irak. ¡Qué masoquismo!
 
Ventura Pérez Mariño, el hombre que renunció a su escaño en el Congreso nacional porque Felipe González se hacía el sueco ante los GAL y la corrupción, se ha plantado ahora ante el BNG. Los socialistas colocaron al ex magistrado como candidato a la alcaldía, y los sacó de un profundo bache: volvieron a ser la segunda fuerza en la ciudad. El Bloque, que había tenido el bastón los cuatro años anteriores, no encajó su descenso a tercera ni encajó al propio Ventura. Sus huestes le reventaron la toma de posesión por hablar en español. Le denunciaron por ello en cuanta ocasión tuvieron. Y ahora no se han parado en epítetos: déspota, arribista, ególatra, deshonesto, autoritario, y otras lindezas. Como la del eurodiputado nacionalista, Camilo Nogueira, quien dijo, como si fuera algo peyorativo, que era “una persona extremadamente rara”.
 
Pues justo por esa razón le apoyan muchos ciudadanos, hartos de pactos que sólo se firman para ocupar el silloncete, y producen un show de peleas domésticas. Y porque es el hombre que ha dicho basta donde el político común sigue tragándose sapos, y el recién llegado que todavía habla como una persona normal. En cuanto echó a los del BNG apareció en el ayuntamiento una pintada: “Por fin, un alcalde con dos cojones”. En bruto y breve, lo que piensan muchos. No los lobbies patronales, sindicales, vecinales, a quienes convienen los pactos para meter cuchara.
 
Pero, ¿le apoyará el PSOE hasta el final? Los socialistas siguen comprometidos con esa estrategia de “la alternativa de progreso”, que tan nefastos resultados les ha dado en su edición española, convencidos de que la única forma de desbancar al PP en Galicia es unir fuerzas con los nacionalistas. Pero esa estrategia está basada en la aritmética, no en la política. Y por mucho que se adorne con referencias a la unidad de las izquierdas, versión infantil del frentepopulismo, sólo responde a un afán: ocupar el poder. Y una política reducida a cuestión de poder, carece de principios y, a la postre, causa rechazo en el votante.
 
Nacionalistas y socialistas casan mal por mucho que se empeñen los estrategas de Ferraz. El alcalde de La Coruña, Paco Vázquez, sabe que los dos rebaños no admiten cruzamientos, y le va estupendamente. Pero el que manda, manda; y los cerebros han sacado el ábaco y han hecho las cuentas de la lechera contando aquí con el BNG, allá con el PNV, acullá con Esquerra y en Madrid y donde les pete, con IU. Pues en Galicia el connubio no funciona. Incluso allí donde no se pegaron demasiado, como en Compostela, no han querido repetir. Los pactos municipales son el laboratorio donde se constata el fracaso del experimento. Los primeros que deberían caer del guindo son los del PSOE. Pero están cegados por la aritmética del poder.

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