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Cristina Losada

El autismo de Mariano

El de Pontevedra ha sido siempre así, pero no pudo evitar que su partido, durante la anterior legislatura, se comportara muchas veces de un modo que no era de su gusto. Tras la derrota electoral se ha liberado de las ataduras y ahora comienza a realizarse

Después de sorprendernos con un elogio del movimiento por sí mismo, expresado con el sutil aforismo de que "en la vida hay que moverse", Rajoy aseguraba desde las páginas del ABC del domingo que él no ha cambiado un ápice, o sea, que no se ha movido de donde estaba. Es lo que dicen todos: yo no he cambiado, has cambiado tú. Sin embargo, en este caso, hay serios indicios de que le asiste la razón. El de Pontevedra ha sido siempre así, pero no pudo evitar que su partido, durante la anterior legislatura, se comportara muchas veces de un modo que no era de su gusto. Tras la derrota electoral se ha liberado de las ataduras y ahora comienza a realizarse, a ser él mismo como es, que es también como era antes.

Pongamos por caso la confrontación con el Gobierno por la negociación política con los terroristas. Rajoy hizo, de entrada, ese tipo de oposición a medias que consiste en tender y quitar la mano de forma simultánea. El "sí, pero no" y el "no, pero sí", que representa el súmmum del centrismo. Y ahí hubiera quedado la cosa, en protestar un poquito a la espera de que el tiempo resolviera el asunto por sus propios medios, en estar a "verlas venir", asiento cómodo que permite sumarse o restarse según sea el desenlace, si la AVT no hubiera tomado la iniciativa que obligó a la dirección del PP a subirse al carro y dejar de templar gaitas. Hoy comprendemos, al fin, que lo hizo a su pesar, pues el Rajoy verdadero prefiere apoyar antes que abroncar al Gobierno, no quiere dar motivos para que le acusen de crispar y considera inaceptables los "condicionantes externos".

Dichos "condicionantes" molestan enormemente a la cúpula del nuevo PP, que sabe a ciencia cierta que lo mejor para un partido político es el autismo total y que nunca se debe hablar con desconocidos ni hacer caso a nadie de fuera, con dos notables excepciones: que se trate del Arriola de turno y de los medios de comunicación que se han dedicado a hostigarlo. Cuando Rajoy insiste en la independencia de su partido respecto de los medios incurre en un error de concepto, ya que son los medios los que han de ser independientes de los partidos, pero, además, sólo quiere distanciarse de los que le trataban bien sin renunciar a la crítica y no de los que le castigaban hasta hace un cuarto de hora.

Los del exterior no lo acabamos de comprender, pero dentro del círculo de iniciados se ha llegado a la sabia conclusión de que los medios que han acaudillado todas las campañas contra el PP van a conseguirle los millones de votos que necesita para ganar elecciones. La "banda de los cuatro" ha descubierto lo que siempre ha sabido Gallardón: que el voto moderado y centrista del PP se encuentra entre los seguidores de la SER y El País, los espectadores de la Sexta y los fans de Chikilicuatre, que son gente muy ilustrada y con gran sentido del humor –aunque incomprendido– que va a enseñarles español a los serbios. Todo esto ya lo tenía claro Rajoy desde antes, pero fue prisionero de las malditas circunstancias. De ahí que él no haya cambiado y la estrategia de su partido sí.

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