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Cristina Losada

El buenismo va a la guerra

Al no haber nadie dispuesto a hacer lo de Irak, y menos que nadie Obama, la cuestión estriba en si era mejor no hacer nada, aunque padecieran con ello los nobílisimos sentimientos humanitarios.

El columnista George Will ha observado, a propósito de Libia, que la derecha norteamericana desconfía siempre de la intervención del Gobierno, salvo en política exterior. Quienes dudan, y con buenos motivos, de la capacidad gubernamental para lograr los efectos deseados, suelen apoyar el grado más alto de intervención imaginable, la que se realiza mediante el uso de la fuerza militar. Cabe alegar, frente a Will, que la sociedad y el mercado no pueden resolver todos los conflictos ni acabar con todos los desafueros, y que a Gadafi o se le frena a tiros o no hay manera. Y ya veremos. Veremos si esta guerra a medias, que se libra con medios y objetivos limitados, consigue detener al coronel. Ya puestos, más hubiera valido emplearse a fondo a fin de no correr tal riesgo. A menos que la comunidad internacional pretenda proclamar, llegado el triste final, quehizo cuanto estaba en su mano para evitar la tragedia y ¡qué se le va a hacer!

La doctrina que ha conferido sustento a la intervención en Libia es la "responsabilidad de proteger", conocida como R2P. No confundir con R2-D2, el pequeño y simpático robot de la Guerra de las Galaxias, aunque la R2P sea igualmente pequeña y simpática, como todo genuino producto del buenismo progresista. Desde la estricta razón humanitaria, arde en deseos de hacer el bien, pero procura molestar poco al mal, de manera que no persigue el derrocamiento de Gadafi. Claro que no. Ese trabajo sucio se lo dejamos a los anárquicos y mal armados grupos que se refugian en Bengazi y se entretienen en gastar munición con alegres disparos al aire. Así, le damos al coronel las opciones de seguir aplastando la rebelión por tierra, mantener el control de una parte de Libia o sufrir una súbita conversión a la democracia, que es el milagro por el que reza muy laicamente el buenista de pro. Pero, por encima de todo, no hacemos lo de Irak.

Al no haber nadie dispuesto a hacer lo de Irak, y menos que nadie Obama, la cuestión estriba en si era mejor no hacer nada, aunque padecieran con ello los nobílisimos sentimientos humanitarios. Pero los dirigentes políticos de ningún modo han querido infligir ese sufrimiento a su electorado cuando se lo pueden ahorrar a un coste relativamente módico. Igual Zapatero, que fue tan sensible al clima emocional ante la guerra de Irak como lo es ahora ante la libia. Al presidente, esta operación de R2P le viene, en realidad, a la medida. Responde al sentimiento y sirve para tranquilizar conciencias de forma preventiva. Que resulte o no, sólo importa al siempre descontento aguafiestas realista.

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