Menú
Cristina Losada

El cambio progresista y su prueba de fuego

Cuando José Blanco llamó por teléfono desde su retiro vacacional en la isla de Arosa, el helicóptero rompió todos los récords, y posiblemente la barrera del sonido, para llegar en sólo once minutos al lugar donde crepitaban las llamas.

El 7 de julio, San Fermín, la Consejería de Medio Rural del gobierno autonómico gallego difundía una nota de prensa para explicar la nueva política pergeñada por los mandamases de confesión nacionalista para combatir –es un decir– los incendios forestales. La nota, que ha rescatado ArdeGalicia, encubría con un lenguaje aparentemente moderno y racional, salpicado de "criterios objetivos" y "nueva zonificación", unas decisiones cuyas consecuencias se verían, y padecerían, más pronto que tarde. Las lumbreras nacionalistas, con el consentimiento de las socialistas, habían optado por reducir en un 34 por ciento el número de cuadrillas de extinción, y ante las protestas de los ayuntamientos se defendían con el siguiente alarde: en el 70% de Galicia estaba asegurada la respuesta a los incendios en menos de 20 minutos, y en el 90%, en menos de 30 minutos, de resultas de lo cual, se negaba categóricamente "que la inexistencia de brigadas municipales haga más vulnerables a sus habitantes".

De la entidad de la rapidez apagafuegos prometida hemos tenido constancia. La capacidad de respuesta no se mediría en minutos, sino en horas o en días, con una notable excepción: cuando José Blanco llamó por teléfono desde su retiro vacacional en la isla de Arosa, el helicóptero rompió todos los récords, y posiblemente la barrera del sonido, para llegar en sólo once minutos al lugar donde crepitaban las llamas. Pues, aunque brillara por su ausencia, Blanquito estaba al frente de la lucha. El intrépido secretario movilizó medios aéreos que otros menos afortunados no tenían, e instigó a las fuerzas de seguridad para que "hubiera muchos detenidos". "Deténganme a cuantos más mejor, a ver si enteran los españoles de que va en serio esto de la conspiración judeomasónica, digo incendiaria". Y quien manda, manda. El próximo plan antiincendios debería "zonificar" Galicia en torno a unos cuantos dirigentes y ministros socialistas.

Pero es la segunda parte de la nota, la que más canta a la luz de los hechos. Villas, pueblos, aldeas y hasta ciudades como Orense y Compostela se vieron amenazadas por el fuego. Touriño, Quintana y cía. llegaron a descubrir una tipología de incendios destinada a cercar las zonas urbanas, cuando no la residencia oficial del presidente. Y todo ello en flagrante contradicción con las garantías de seguridad que pregonaba la consejería para los núcleos urbanos. Lo decía bien clarito: el recorte de recursos en nada incrementaba su vulnerabilidad. ¿Entonces? Entonces nos encontramos ante una previsión errónea o falsa, de la que no quieren rendir cuentas los gobernantes. Hicieron creer a los ciudadanos que estaban protegidos frente al fuego, y resulta que los dejaron más desamparados que nunca. Y no contentos con la evasión, acusan de dejadez y sabotaje a los municipios a los que aseguraban que no pasaba nada por prescindir de las brigadas.

No siempre tras la tempestad viene la calma. Y, en Galicia, pasados los incendios, arrecia otra clase de fuego. Son los fuegos de artificio que se lanzan para ocultar los hechos y salvar los responsables el pellejo. No se ha descubierto la trama ni se ha podido montar unaad hoc, pongamos que con una mochila y un par de furgonetas, pero el gobierno regional continúa propalando descabelladas teorías, cuando no propone para el futuro planes de corte totalitario e igualmentedelirantes. Toda esa artillería resulta inverosímil, pero la propaganda, como escribía Haffner a propósito de la nazi, no aspira a ser creída, sino "a meter en la cabeza ideas y fantasías sólidas y resistentes". Ahora, en lugar de OVNIs, se ven en Galicia patrullas de enmascarados, vestidos de camuflaje, que, sobre potentes motos, circulan incendiando el monte. ¡Y todo para boicotear el cambio! Ese cambio progresista consistente en cargarse la tercera parte de las cuadrillas de extinción.

En Sociedad

    0
    comentarios