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El cerebro mínimo interprofesional

En Madrid, como en Atenas, y no en la de Pericles, hay una muchachada que pretende elevar el gamberrismo a protesta política y eso tiene pinta de ser un salto, pero un salto del torno civilizatorio.

paserifo dijo el día 16 de Enero de 2012 a las 22:33:

Grandioso título.
Gran artículo.

¡Ándele!
¡Que viva Losada!

Hablando de niños. Siendo minúsculo en tamaño y edad, desarrollé mi pasión por la observación del comportamiento humano. En una guardería viví la siguiente situación, que presumo común: estando sentado en una sillita minúscula, con la capita esa amantelada (verde para niños, morado para niñas) me ponen una hojita de papel con un dibujo y ordenan: «¡Colorea!». Acercándome una cestilla con ceras de diversos colores, grosores y pringosidades, me dispongo a tomar un cilindro a fin de seguir la corriente de las hartas cuidadoras y disimular pintando, como si aquello pudiera acelerar el paso del vengativo tiempo, ya que deseaba que vinieran a recogerme y llevar lo que quedara de mí a casa, lugar seguro, agradable y limpio. Cuando empuño, pues, el medio artístico de mi elección, un ser de sexo indeterminado, pero potentes gritos, trata de arrebatármelo, quizás por genuino interés en ese color, quizás por mera disputa territorial. Ni lo sabía entonces ni lo sé hoy. No diré que pasó después, pero para finalizar esta historia, daré tres opciones:

> primera, me metí debajo de la mesita y lloré a moco tendido, mientras aguantaba las victoriosas patadas del proyecto de bestia parda que me victimizó;
> segunda, reaccioné con indignación y defendí con gestos y verbo mi derecho al usufructo de la comunal pieza de cera, reclamando para mi causa testigos y argumentando desde el iusnaturalismo, acto que fue calificado de quijotesca en una nota que se envió a un psicólogo;
> tercera, me levanté y busqué a la autoridad competente, induciéndola no sólo a que luchara mi batalla para restituir lo que con violencia se me había usurpado, sino a que gritara, pegar y castigara infante malote que la tomó conmigo, para terminar relamiéndome de gusto por mis recién descubiertas dotes manipuladoras y por haber conseguido mi objetivo haciendo el menor esfuerzo posible, esto es, había descubierto la «eficiencia».

En un escenario semejante ¿qué opción habría escogido uno de estos indignados?

Conclusión: la naturaleza humana nace con el individuo, y en la vida sólo admite maquillajes y matices, pero ningún cambio sustancial. Los brutos nacen brutos y la sociedad, mediante la «educación», logra el penoso efecto de refinar su brutalidad, en lugar de atemperarla. El sabio los evitarlos si le es posible.

Ferminat dijo el día 16 de Enero de 2012 a las 22:28:

Bravo, muy bueno.