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Cristina Losada

El fructífero patriarcado de Aído

Estamos, de hecho, ante un nuevo intento por acabar con el individuo, piedra sobre la que se levanta la sociedad moderna, y disolverlo en colectivos que ahora se configuran en torno al sexo, la raza o la lengua.

Me ha dado una alegría la ministra de Igualdad. Lo ha hecho, sin duda, de forma involuntaria y hasta diría que totalmente inconsciente. Pero es el caso que ha anunciado que nos encontramos en "el inicio de la ruptura del sistema patriarcal" y esto, aunque no lo sepa, le atañe de modo directo. Sólo empaña mi alegría que nos hallemos al principio y no al término de ese proceso. Pues de haber periclitado ya la primitiva forma de organización social en la que el varón ejercía la autoridad y la transmitía a su linaje, ella, Bibiana Aído, no estaría gastando presupuesto, o sea, nuestros impuestos, para reclamar nuevos sustantivos y poner teléfonos para que los hombres se orienten en el mundo feliz femenino en vez de acudir, como solían, a los lugares que han acogido secularmente a las almas perdidas.

La señora Aído es el fruto –exitoso, desde luego– del patriarcado que todavía colea en España, si bien en unas zonas más que en otras. Pues en Andalucía, la familia patriarcal y socialista tiene, como se ha venido demostrando aquí, un especial arraigo. Nació la niña en el clan de Alcalá de los Gazules, que unos llaman santuario y otros bastión de esa gran empresa que es "la Pesoe", y decidió seguir los pasos de su progenitor masculino. Le abrió su padre las puertas de la política, que no eran de poca monta, ya que se relacionaba con la flor y nata de la masculinidad socialista. En las hagiografías que le dedicaron por su nombramiento figura que lo primero que hizo tras hablar con ZP fue llamarle: "Papá, me van a nombrar ministra."

Papá ha ocupado y ocupa cargos en el negocio del politiqueo, pero no es la única figura varonil que ha influido en la carrera de Aído. En suma, gracias a la protección del pater familias, de su mentor y de otros destacados hombres del patriarcado político, la señora Aído pudo desplegar sus propios méritos y ser miembro y no miembra de diversos y pintorescos organismos hasta que finalmente recaló en ella la atención de Zapatero, que es el padrecito bueno y emancipador al que vitorean las sedicentes "feministas" del Partido Socialista. ¿Qué hubiera sido de Aído sin padrinos? ¿Y sabrá ella qué es el "sistema patriarcal" y dónde existe?

He aquí lo que ocurre cuando se va a pescar, sin el aparejo intelectual adecuado, en los caladeros de concetos paridos, años ha, para rellenar el pavoroso vacío que iba dejando la descomposición ideológica de la izquierda. Podemos tomar a chacota los detalles más esperpénticos del plagio de las políticas identitarias alumbradas en los USA, pero estamos, de hecho, ante un nuevo intento por acabar con el individuo, piedra sobre la que se levanta la sociedad moderna, y disolverlo en colectivos que ahora se configuran en torno al sexo, la raza o la lengua. De tontería en tontería, asistimos al empeño de introducir al ser humano en el lecho de Procustro de identidades simples, maniqueas y cerradas. Y todo ello, naturalmente, por el poder, que no tiene "género". Como siempre.

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