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Cristina Losada

El gallinero español

En la España que discute sobre sus problemas eres un pobre idiota si no estás por sacar el bulldozer para no dejar piedra sobre piedra del sistema político.

Varias reformas políticas recién propuestas por el presidente del Gobierno semejan intentos de responder a una demanda de cambios, imprecisa y al tiempo radical, que emana de la opinión pública y más aún de la publicada. Una de ellas en concreto, la elección directa de alcaldes, tiene pinta de ser una "ocurrencia" como aquellas que Rajoy reprochaba a su predecesor Zapatero. No ha definido el PP qué es exactamente lo que pretende, si se trata de que gobierne la lista más votada o de que haya elección a dos vueltas. Y ante todo falta la materia prima con la que debe forjarse cualquier proyecto de cambio de algún calado: una evaluación del sistema existente que ponga de manifiesto sus disfunciones y justifique su reforma, y una valoración de las ventajas comparativas del nuevo procedimiento.

Pero la propuesta del Gobierno, con los defectos susodichos, ha brindado una oportunidad, una más, de observar otros defectos: los que lastran el debate político español, si es que puede, que no puede, llamársele debate. De entrada, consignemos que en la España que discute sobre sus problemas eres un pobre idiota, un aburrido y plano conformista si no estás por sacar el bulldozer para no dejar piedra sobre piedra del sistema político, y aun de otros. Se piden a gritos cambios, y no cambios graduales ni parciales, nada de retoques y ajustes, sino tabla rasa y vuelta a empezar. Sin embargo, basta que el Gobierno plantee una reforma, y algunas han llevado más reflexión que estas últimas, para que se empiece a gritar en contra.

Esto de la elección directa de alcaldes, por ejemplo. No ha suscitado una discusión sobre las ventajas o desventajas de un sistema así, fuese del tipo que existe en Italia o del que hay en Francia, sino sobre las ventajas que le reportaría al PP. En lugar de valorarse los posibles beneficios para los ciudadanos y la institución municipal, lo único que ha interesado es calcular a qué partidos beneficiaría. Por supuesto, el resto de partidos ha reaccionado sólo en función de esa expectativa: ¡a ver cuántas alcaldías! Y ahí tenemos el curioso caso del PSOE, que ha planteado más de una vez la elección directa de alcalde y llegó a presentar una propuesta de ley al respecto pero al que ahora ya no le gusta su propia idea.

El Gobierno, que llegó con la promesa de una agenda de reformas, y ha hecho algunas, no ha conseguido que tal agenda se visualice. Las cuatro propuestas últimas alimentan la impresión, por no decir la certeza, de que carece de un conjunto estudiado y coherente de reformas políticas. De que improvisa, en fin, a golpe de lo que la actualidad noticiosa va colocando bajo los focos. Por eso el destino más probable de las propuestas recién anunciadas es el olvido. La memoria de los peces, que acaba de descubrirse mayor de lo que se pensaba, es prodigiosa al lado de la que se estila en el gallinero político y mediático.

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