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Cristina Losada

El presidente técnico y la bala de fogueo

En cuanto a la oposición, confirmó su irrelevancia. Malgastada la bala del Váyase, señor Rajoy, su reaparición fue como un cartucho de fogueo.

El jefe de la oposición cree que hay un país pendiente de Bárcenas, y así dicho: "Un país", me temo que exagera mucho. Pero salta a la vista que en nuestra sección de urgencias, siempre tan abarrotada, el foco ha dejado de estar monopolizado por la economía y presta su alarmada atención a otras estrellas emergentes. No nos acogota como antes la prima de riesgo, no sentimos en la nuca el aliento del rescate total y su inexcusable corolario de condiciones. Así, la parte económica del discurso del presidente estaba destinada a quedar de música de fondo; como una canción del verano escuchada al cabo del tiempo. De tan oída, nadie hace caso. La novedad, el morbo, ya están en otra parte.

En el capítulo económico, Rajoy trató de dibujar un cuadro equilibrado o, mejor, equidistante entre los aspectos que invitan a pensar que lo peor ha pasado y los que demuestran que aún queda mucho por hacer. Quiso evitar el regusto de aquella sensación, que infundía su predecesor, de que en cualquier instante nos iba tocar la lotería, y casi lo consiguió. De sus frases, una al menos sonó fuera de tono: "Los españoles hemos demostrado que merecemos que se nos ayude, pero no que se nos dirija". Un poco de orgullo hidalgo no viene mal, cuando un deporte favorito hoy en España es el victimismo, pero ahí sobraba. Más cuando su Gobierno ha tenido que adoptar medidas no por libre voluntad, sino forzado.

La paradoja que afrontaba Rajoy es que mientras España recupera la confianza de los mercados y de sus socios, la opinión transita con paso más firme por la senda de la desconfianza; en particular hacia sus políticos y en especial hacia el Gobierno y su alternativa. El presidente abordó este frente ciñéndose a la corrupción y ahí incurrió en fatal desapego. No digo que debiera nombrar a L. B., pero sí mostrarse concernido no sólo por la corrupción en general, sino por la muy concreta que le afecta como jefe de un partido. Perdió la ocasión de enseñarse consternado por haber tenido a tal gerente y tesorero. El Gobierno viene tomando tamaña distancia de esas vicisitudes del partido, que se antoja aquel gabinete de técnicos al que Rajoy justamente se opuso.

El estilo administrativo dominó de modo similar sus alusiones al plan secesionista del Gobierno de Cataluña. Oído Rajoy, parecería que el único motivo para oponerse al separatismo es que la Constitución lo prohíbe. En cuanto a la oposición, confirmó su irrelevancia. Malgastada la bala del Váyase, señor Rajoy, su reaparición fue como un cartucho de fogueo. Rubalcaba puede, eso sí, sentar cátedra como tertuliano. Trazas de Teresa de Calcuta no se le ven, pero igual tiene un futuro profesional con Terelu.

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