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Cristina Losada

El PSOE en su discusión bizantina

Descartemos, pues, lo imposible, como enseñaba Sherlock Holmes. No habrá ideas ni modelos alternativos.

Descartemos, pues, lo imposible, como enseñaba Sherlock Holmes. No habrá ideas ni modelos alternativos.

Acuciado por la pérdida de votos, el Partido Socialista se ha enzarzado en una batalla por el procedimiento para elegir al nuevo líder. Cercados por los otomanos, en Bizancio preferían, al menos, discutir sobre el sexo de los ángeles. Naturalmente, lo del PSOE es mucho más terrenal. Cada uno de los potenciales candidatos propugna el procedimiento de elección con el que barrunta obtener mejor resultado.

Chacón cambió el campo de batalla catalán por las playas de Miami en la idea, tal vez, de que la distancia le haría aparecer como una princesa cautiva a la que el pueblo (el pueblo socialista) miraría como La Deseada. Ay, ay. Se le ha puesto cara de outsider. Ahora cifra todas sus posibilidades en unas primarias abiertas, de ahí que no quiera saber nada de un Congreso. Normal, ¡ya perdió en uno! Supone que el pueblo socialista sigue ahí, esperando su advenimiento.

El joven Madina cree igualmente en sí mismo, pero trae otros planes. En tan buena opinión se tiene que ha exigido, para presentar su candidatura a secretario general, que se alteren las normas internas al respecto. Amenaza con privar a su partido del placer de elegirle. Y esto ha hecho mella. Se discute seriamente si el nuevo líder ha de ser elegido por voto directo de toda la militancia en el congreso extraordinario, esto es, por personas que no estarían presentes en los debates. ¿No quedan así expuestos congresos y debates como mera formalidad y puro trámite? Sí, pero lo que importa es quién controla qué.

No vamos a entrar en la bizantina cuestión de qué es primero, la línea o el líder, las ideas o las personas. Son inseparables, máxime cuando la línea y las ideas ofrecen, y en el caso socialista de manera acusada, una dificultad de definición muy superior a la que entraña elegir entre Fulano y Mengana. La Gran Recesión ha conducido a toda la socialdemocracia europea, en mayor o menor grado, a una travesía del desierto, y los socialistas españoles la están haciendo con un equipaje singularmente vacío: el que dejó la época de Zapatero. Descartemos, pues, lo imposible, como enseñaba Sherlock Holmes. No habrá ideas ni modelos alternativos.

En el mejor de los casos, el PSOE podrá decidir entre dos tipos distintos de líderes capaces de ganar elecciones, como los que representan Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Entre un modelo de discurso radical y política pragmática y otro de discurso radical y política radical hecha a espaldas de la realidad y de la experiencia. Dada la competencia que le ha salido al PSOE, es de temer que entre mantener cierta racionalidad adulta y acentuar el sentimentalismo adolescente tenga las de ganar esto último.

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