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Cristina Losada

El PSOE hace un mayo del 68

En esa mayoría por Pedro se vislumbra el deseo que tendría un veterano marchoso: salir una última vez antes de que los achaques lo jubilen de la noche

El triunfo de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE tiene algo del ya viejo mayo del 68, de su rebelión juvenil contra la autoridad. Cierto que hemos de hablar de juventud como metáfora. La militancia del PSOE no es exactamente joven en términos de edad y lo mismo pasa con sus votantes. Pero en esa mayoría aplastante por Pedro se vislumbra el deseo que tendría un veterano marchoso: salir una última vez antes de que los achaques lo jubilen de la noche.

En el PSOE, la juventud metafórica se ha rebelado contra su propia y real vejez a través de una rebelión contra la autoridad. No solamente contra aquella "única autoridad en el partido" que se presentó en Ferraz cuando la defenestración de Sánchez, pero también. Vejez y autoridad se vieron representadas en el aparato. Un aparato que se ha demostrado que ya no es el que era, y se ha vuelto más torpe, aunque ha habido otras primarias socialistas que se decantaron contra el ungido por la autoridad. Hay, sí, una novedad. Es la primera ocasión en que un candidato gana una vez gracias al aparato y otra vez, a pesar del aparato. Gracias a que tuvo al aparato en contra.

La analogía con el Mayo, lo sé, sólo aguanta en pie unos segundos, y sin respirar. La rebelión contra la autoridad del 68 supuso, por ejemplo, el fin de la hegemonía de los viejos partidos de la izquierda, en particular, de los comunistas, y sembró las semillas de una nueva izquierda. ¿Mejor o peor? En todo caso, distinta. En este mayo del PSOE estamos de viaje al pasado en busca de la hegemonía que se perdió.

El PSOE de Sánchez, el segundo PSOE de Sánchez para ser precisos, no apunta a nuevos marcos de referencia políticos, a nuevas señas de identidad, a nuevas ideas. Apunta a recuperar unas esencias de izquierdas que se disiparon, según el relato sanchista, con la abstención que permitió un gobierno de Rajoy. Hay algo en lo que se parecían los discursos de Sánchez y Díaz: los dos conjugaban el verbo recuperar. No renovar. No innovar. Y, puestos delante del tarro de las esencias, era más auténticamente de izquierdas el emocional No absoluto a Rajoy que la racional abstención.

Muchos esperan desastres notables de este segundo mandato de Sánchez como secretario general, como una podemización del PSOE o un acercamiento a las demandas del separatismo catalán. Pero la catástrofe más devastadora que se produjo durante el breve primer mandato de Sánchez fue la que afectó al propio PSOE. La que le dejó tiritando en las dos elecciones generales y redujo al mínimo su poder en todos los ámbitos, del autonómico al municipal. No fue sólo culpa de Sánchez, como le acusaban los de Díaz, pero sucedió con él al frente.

Ahora no lo tendrá más fácil. Las corrientes que arrastraron al PSOE al fondo no dan señales de que vayan a cambiar. Podemos hará cuanto pueda por hundirlo más. Le ha dado la bienvenida a Sánchez con un regalo envenenado: ofrece retirar su moción de censura al Gobierno si él presenta una. ¿Y qué va a hacer Pedro más allá de postureos y retórica? Seguro que su PSOE pondrá más chinitas en el zapato del Gobierno y eso molestará mucho a Rajoy, a quien le gusta ir cómodo. Pero a cambio el PP podrá asustar con dos cocos en lugar de uno: el de Podemos y el de Sánchez, el retornado.

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