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Cristina Losada

El puñetazo, venga de donde venga

He ahí la vieja y manida fórmula para sustituir la agresión que se ha producido por la agresión que no se ha dado.

He ahí la vieja y manida fórmula para sustituir la agresión que se ha producido por la agresión que no se ha dado.

Al secretario general del PSC, Pere Navarro, le llamaron "hijo de puta" y le dieron un puñetazo cuando salía de la catedral de Tarrasa. Al agredido no le cabe duda de que la señora que le golpeó lo hizo por motivos políticos, y que el incidente es un síntoma del "clima de crispación" que hay en Cataluña. De hecho, el dirigente socialista ha venido recibiendo amenazas de muerte e insultos en las redes sociales, en el móvil y por carta, lo cual ya había aconsejado elevar el grado de protección del que dispone. El domingo, día del puñetazo, fue sin escolta porque se trataba de un acto privado, la primera comunión de un familiar.

Hasta aquí, sucintamente, los hechos. Ahora vienen los desechos.

El vicesecretario general de Convergència, Josep Rull, manifestó: "El proceso del derecho a decidir se está planteando en términos estrictamente pacíficos y democráticos, y nosotros seremos los primeros en condenar cualquier acto que pretenda romper esto, de un lado o de otro". De un lado o de otro, he ahí la vieja y manida fórmula para sustituir la agresión que se ha producido por la agresión que no se ha dado. Es el juego de manos para cambiar el puñetazo concreto que recibió Navarro por el puñetazo abstracto. Es, ante todo, la manera insidiosa de deslizar que hay una violencia en ciernes, la del otro lado, que no ha estallado, pero que ahí está, como si la viéramos. Es como decir que la agresividad de un lado la provoca la agresividad del otro, y que por lo tanto está justificada.

Lo primero que debe condenar cualquier partido democrático es la violencia que venga de su lado. Sin paliativos, sin estrambotes, sin ese "venga de donde venga" que significa que no viene de donde viene. Pero como saben muy bien de dónde viene, los partidos embarcados en el proceso secesionista están hondamente preocupados. ¿Por la agresión? No, padre. Están preocupados por la posibilidad de que Navarro le saque "rédito político" al puñetazo. Así, la diputada de ICV en el Congreso, Laia Ortiz, pidió que la agresión “no se utilice de manera partidista”. Así, el cabeza de lista de ERC en las europeas, Josep María Terricabras, dijo que su partido ha tenido pintadas en sus sedes (¡pintadas!) y que “Alfred Bosch cuando se presentó también fue agredido y en ningún caso se quiso sacar rédito político”. Consúltese la hemeroteca. Bosch fue golpeado por un indigente en medio de la calle, en 2011, y él mismo aseguró que el suceso no tuvo “nada que ver con la política”.

Esta es la secuencia: Navarro recibe un puñetazo y luego le vienen con exigencias. Porque los independentistas y compañeros de viaje no se limitan a exigirle que evite extraerle jugo político al incidente. Tampoco quieren que haga interpretaciones que saquen de quicio un "hecho puntual" meramente anecdótico. En definitiva, lo que tiene que hacer Navarro es callarse. Mantener la ficción de que todo es maravilloso, pacífico, democrático y guay mientras los agitadores de la secesión caldean el ambiente. El líder del principal partido de la oposición en Cataluña es amenazado y agredido, pero no vayamos a exagerar. Le dieron un puñetazo puntual, no le dan una paliza a diario.

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