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Cristina Losada

En la guardería hasta el final

La idea del ministro guarda plena coherencia con esa negativa a ser mayor, adulto y responsable, que se ha constituido en seña de identidad de los progres de nuestro tiempo, feliz universo donde Peter Pan ha reemplazado al abstruso credo marxista.

El ministro de Educación ha dejado caer una buena noticia para las leire pajines de estepaís. En una entrevista radiofónica ha sugerido prolongar la educación obligatoria hasta los 18 años, o sea, hasta la mayoría de edad, un concepto que pronto habrá que declarar obsoleto. La ampliación de la guardería propuesta por Gabilondo haría legal lo que ya es real para personas como la dirigente socialista, quien a los treinta y tantos se considera una jovencita. La idea del ministro guarda plena coherencia con esa negativa a ser mayor, adulto y responsable, que se ha constituido en seña de identidad de los progres de nuestro tiempo, feliz universo donde la fantasía de Peter Pan ha reemplazado al abstruso credo marxista.

Con la educación obligatoria hasta los 16 años, ahora vigente, los profesores se las ven y se las desean para mantener un mínimo de disciplina en clase. Por ello, no es exagerado pronosticar que para lidiar con hombres y mujeres hechos y derechos a los que no les guste estudiar, necesitarán escolta. Si resulta difícil controlar a los menores, cómo será habérselas con individuos que pueden vivir su vida sin rendir cuentas a nadie cuando se les encierra en un aula contra su voluntad. A ver quién es el guapo que los pone a hacer figuritas de plastilina o ecuaciones en la pizarra, por muy digital que sea. ¿Y qué pasa con el bachillerato? ¿Se nos harán bachilleres con veinte tacos? Como algunos ya serán padres de familia, podrán jugar con sus retoños en el patio. Así, todo queda en la escuela.

No hace tanto, queríamos llegar a la envidiable madurez cuanto antes. Incluso, yendo más atrás, el joven que deseara transmitir experiencia e infundir respeto debía de recurrir a trucos para aparentar más años. La actitud que hoy emerge con fuerza se define, en cambio, por resistirse a crecer, alargar la infancia y perpetuar la adolescencia. Lo cual deriva de esa exigencia de no ser responsables nunca de nada que se extiende en sociedades como la nuestra, con el activo respaldo, aquí, de un Gobierno que ejerce, a la vez, de niño y padre. Prolongar la estancia en lo que ya es guardería hasta los 18, como dice el ministro, sabrá a poco desde tal perspectiva. Sean consecuentes y pongan el kindergarten para siempre.

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