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Cristina Losada

Europa, ¡culpable!

La culpabilidad occidental no la deducen de los hechos; es el prejuicio del que parten. Para ellos, la única solución es el suicidio de Occidente.

Como cada una de las masacres provocadas por islamistas en Europa, de modo similar a lo que sucedió en el 11-S, las recién perpetradas en Bruselas despertaron dos tipos de reacciones: las que culpan de estos actos de barbarie a Europa por sus pecados, y las que culpan de estos actos de barbarie a Europa por sus virtudes. Dicho de otra forma, unos creen que tenemos la culpa por usar la fuerza y otros creen que tenemos la culpa por ser demasiado débiles. Ambas reacciones son en apariencia opuestas, como opuestos son los remedios que se ofrecen desde una y otra posición. Pero las dos comparten el presupuesto implícito de que la culpa -que en eso andan, en buscar culpables que no sean los culpables- la tenemos nosotros.

Para los primeros, el terrorismo islámico es el resultado de las guerras y las humillaciones que Occidente ha infligido al mundo musulmán. Algunos se remontan a siglos atrás para señalar el comienzo de esa actuación criminal de los occidentales, y sacan a relucir, por ejemplo, las Cruzadas. Pero el común de los argumentos, aunque no renuncia a referirse a los pecados históricos si tiene ocasión, prefiere datar el inicio de la ola yihadista en la guerra de Irak, y rememorar la imprescindible foto de las Azores para denunciar a sus protagonistas: Bush, Blair, Aznar. Aunque han pasado trece años desde aquella foto, sigue siendo la culpable favorita.

A la guerra de Irak como gran causante del terrorismo islámico se ha añadido en los últimos tiempos la guerra de Siria. Sí, la guerra civil siria la hemos provocado nosotros, los occidentales, cómo no. ¿Nosotros y no el dictador Assad? ¿Nosotros y no las facciones que allí combaten? ¿Nosotros, y no Irán y Arabia Saudí que han librado su lucha por la hegemonía en territorio sirio a través de sus peones? Hasta resultará que tienen la culpa los bombardeos sobre posiciones del ISIS que hacen los EEUU y sus aliados, y no los que lanzaba la Rusia de Putin para reforzar al régimen de Assad en la negociación. Una cosa es que la respuesta europea a la guerra civil siria haya sido tardía o errónea, y otra distinta es declarar a Europa culpable del conflicto.

El deseo de culpar a Occidente del terror yihadista es tan fuerte y obtuso que produce un argumento circular: hemos provocado el terrorismo islámico por haber combatido el terrorismo islámico. De ahí que el remedio que se proponga sea precisamente no combatirlo. En la actual situación, esto significa que hemos de dejar en paz a los fanáticos del ISIS en sus "santuarios". Así podrá seguir entrenando allí a jóvenes radicalizados y continuar presentándose como un grupo terrorista en fase de expansión y triunfo, que es justo el imán que atrae a más seguidores. No está nada mal, si el objetivo es reforzar a un grupo terrorista. Pero me temo que es inútil la discusión racional con los que creen que Occidente es culpable siempre y en toda circunstancia. La culpabilidad occidental no la deducen de los hechos; es el prejuicio del que parten. Para esta mentalidad, la única solución, solución final, es el suicidio de Occidente. Un suicidio asistido. Es el "Osama, mátanos" de una pintada que vi poco después del 11-S.

Al otro lado, están las voces que claman contra la debilidad de Europa, que la culpan, nos culpan, por cobardes, por tolerantes, por nenazas, por dejar que "entren" musulmanes, por permitir que tengan mezquitas, por disponer de un sistema de derechos y libertades del que se aprovechan los radicales, los yihadistas, los terroristas, en definitiva. Bien, esto es así: Europa es una sociedad abierta o lo intenta, está formada por democracias que garantizan derechos y libertades, y han de combatir el terrorismo sin dejar de ser nada de eso: sin acabar con su propia condición de democracias liberales. Deben combatirlo, como dijo un presidente del Tribunal Supremo de Israel, "con una mano atada a la espalda". No con las dos atadas, ciertamente, pero sí con una. Esta es una limitación a la hora de luchar contra el terrorismo, porque el terrorismo no conoce límites, ni morales ni de ningún otro tipo. Pero es una limitación necesaria si queremos preservar aquello que los terroristas pretenden destruir. Lo que algunos consideran debilidad es nuestra fuerza.

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