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Cristina Losada

Fraga, agitador de obreros

Incapaces de aceptar que los trabajadores pueden movilizarse contra ellos de motu proprio, dicen que hay detrás una conjura que aúna desde el presidente gallego hasta Comisiones Obreras

¡Quién lo iba a sospechar! Fraga, el presidente de Galicia, ha encontrado hueco en su agenda estajanovista, para tornarse si no miembro de un piquete informativo, que de eso hay en abundancia, sí en "cerebro" de la agitación obrera contra el ayuntamiento pontevedrés que administran el BNG y el PSdeG. No lo digo yo. Quienes han descubierto esa nueva faceta del fundador del PP son el alcalde nacionalista de Pontevedra y sus colegas socialistas, tras haber probado en sus carnes la medicina que sus partidarios han repartido siempre que les ha venido bien: la algarada, la protesta ruidosa y otras píldoras de la movilización violenta.
 
No les sentó bien a los ediles que unos trabajadores de la Empresa Nacional de Celulosas (Ence) les impidieran celebrar un pleno para protestar por las trabas que el Ayuntamiento está poniendo a la ampliación de la fábrica. Trabas que consisten en negarle la licencia para las obras y que han llevado a la empresa a plantearse hacer el petate e irse con la música de los puestos de trabajo a otra parte. Y cuya lógica reside en el deseo de la autoridad municipal de que la ría quede para el uso y disfrute de los ciudadanos y para el marisqueo y la pesca, que junto con la agricultura, componen el trío de nobles actividades tradicionales en las que debe desempeñarse el pueblo gallego si quiere serle fiel a sus raíces.
 
Es comprensible que no le gustara al alcalde que le corearan consignas como "Lores, talibán, non nos quites o noso pan" y otras, poco cariñosas, que suelen dedicársele a Fraga, ni que los concejales tuvieran que acogerse a la protección de la policía. Esas experiencias desagradables están dabuten cuando son los capitostes del PP los que las sufren y los militantes del BNG y del PSdeG los que gritan, insultan y tiran huevos o piedras, como ocurría cuando lo del Prestige y la guerra de Irak. Pero si son sus cuates los agredidos, entonces, hemos asistido a un "día negro para la democracia" y a un "intento de secuestro de la voluntad popular", la protesta de los obreros es un "delito" y todas las organizaciones de la provincia deben pronunciarse sobre lo sucedido, y Ence, en particular, desmarcarse o quedar bajo sospecha.
 
Ésa es la gran teoría del BNG. Incapaces de aceptar que los trabajadores pueden movilizarse contra ellos de motu proprio, dicen que hay detrás una conjura que aúna desde el presidente gallego hasta Comisiones Obreras –su dirigente comarcal ha sido tildado de "sicario y mercenario"– pasando por la dirección de la empresa. Así que el grupo estaba "claramente organizado", el boicot "orquestado" y los obreros "manipulados", como en tiempos decían las autoridades franquistas cuando había jaleo. Además, Fraga dio la orden de reventar el pleno en una reunión que con los trabajadores y la empresa desplazó a operarios de otras provincias para que montaran la bulla, algo que, por otra parte, suelen hacer los sindicalistas afectos a los dos partidos que ahora han sido víctimas de la cólera obrera.
 
Ambos recogen lo que han sembrado. Ellos y todos los que han fomentado las tácticas violentas para presionar a las empresas y los gobiernos. Y hay que decir que con éxito: aún está fresca la retirada por el gobierno Aznar de aquella tímida reforma del mercado del trabajo y más frescas todavía las promesas de ZP a los de Izar, a la vista de unamanifapoco dialogante. Pero que Fraga sea acusado de dirigir personalmente una movilización obrera, rompe el molde. Lo dicen dos partidos que basan su envite electoral en la edad y estado de salud del ahora presidente. No pocos se asombran de la duración de la era Fraga en Galicia. Tal vez no se han fijado en la estatura de la oposición.

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