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Cristina Losada

Julian-Pamela, un eje de jetas

Yo no tengo nada contra los activistas sin fronteras, pero los activistas sin cabeza me perturban.

Yo no tengo nada contra los activistas sin fronteras, pero los activistas sin cabeza me perturban.

En una de sus obras más políticas, el filosófo Oakeshott se preguntó cómo habíamos llegado a hacer del "activista soñador" el estereotipo del político moderno. Era en los años 50, de modo que no había visto hasta dónde íbamos a llegar. No es que el político se haya vuelto un activista. Cualquier figura que se haya exhibido en las pantallas del cine o de la tele se siente en la necesidad y en la capacidad de serlo. Son tantos los que componen ese elenco histriónico que parece que no cabe uno más. Pero sí. En la escena del teatro activista siempre hay sitio, y siempre aparece ese uno más dispuesto a sentar cátedra sobre los asuntos de la política. Hoy hablamos de Pamela.

No sabía nada de Pamela Anderson, salvo que actuó en una serie que nunca vi, llamada Los vigilantes de la playa. Pero me he puesto al día. Es una activista que se desenvuelve en el campo de los derechos de los animales y el feminismo, aunque sus pronunciamientos abarcan temas más coyunturales, como las elecciones francesas. A esas especialidades acaba de añadir una que nos concierne: la de Cataluña. Ha publicado un manifiesto, pero los periódicos han sido cicateros en el resumen, y merece más exégesis. Un punto a favor es que menciona a Galicia. Aunque es para Cataluña para quien reserva lo mejor de sus reflexiones:

"Cataluña (...) ha sido siempre la más abierta al mundo, las cosas empezaron generalmente allí (p.ej., tendencias y diseño, Gaudí, etcétera) y son los que están más cerca de Europa, lo que también se acrecienta por el hecho de que Barcelona es un puerto". Sí, tener un puerto es definitivo. Que me lo digan a mí, que soy de ciudad portuaria. Pero sigo. Porque después se pregunta si sería tan desastroso que Cataluña fuera independiente, y se responde: "No es mala idea si se gestiona correctamente y no es el fin del mundo. Creo que el futuro de Europa siendo un continente de Estados nación se ha quedado obsoleto. Los Estados nación son el pasado". En suma, Pamela piensa que es buena idea que Cataluña se convierta en uno de esos Estado nación que una línea antes reducía a antiguallas.

Yo no tengo nada contra los activistas sin fronteras, pero los activistas sin cabeza me perturban. Claro que en las cosas activistas lo que importa es el corazón. Un periodista del Washington Post decía ayer, con ironía: "Una de las historias más extrañas del 2017 es el eje Julian Assange-Pamela Anderson". Porque las dos cabezas, es decir, los dos corazones están unidos en su apoyo al separatismo catalán. La Fiscalía de España dice que en lo de Assange no sólo hay corazón, y que hay pasta de por medio. Pero en lo de Pamela, que visitaba al menda en la embajada ecuatoriana en Londres y le llevaba comida (vegana, supongo), ¿qué interés va a haber? Bueno, hay uno posible.

Hay uno que comparte con el lunático acusado de violación. Ese interés común se llama Putin. Nuestra activista tiene un historial de cartas a Putin pidiendo por las ballenas, y otro de visitas a Rusia y reuniones con altos funcionarios del Kremlin. Sería un caso curioso en el que la lucha por los derechos de los animales conduce a ignorar los derechos de los humanos. Aunque no será el primero. Ya pasó en tiempos, en tiempos del Terror soviético, que visitantes, británicos en concreto, que en su país de origen se horrorizaban por cómo trataban a los animales en los mataderos, en Moscú contemplaban extasiados los muros de la Lubianka, sede de la policía secreta donde se torturaba y asesinaba a miles. De personas.

No es más que una hipótesis ésa de que hay un eje Anderson-Assange orientado por el Kremlin. En cambio, es una certeza que el pronunciamiento de Anderson lo han agradecido mucho los separatas catalanes, ansiosos de tener apoyos externos. Lo que nos lleva a otro extraño y ya viejo fenómeno en el nacionalismo catalán. A cuantos escribimos o hablamos en contra de su causa nos dicen que se nota que no vivimos allí y que no sabemos nada de Cataluña. Pero a Assange, Anderson o Yoko Ono, que no viven allí y es evidente que saben muy poco de Cataluña y de España, los consideran perfectamente informados de todo. Y es que lo capital no es que vivas allí y que sepas algo, sino que les des la razón. Si les das la razón, no importa que sepas tanto de Cataluña como Pamela y tanto de España como el creador de Pancho Sánchez. O sea, nada. Qué lástima. Algún día habrá que fijarse en cómo al deseo de cerrar un territorio le precede un cierre de mentes.

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