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Cristina Losada

¿La batalla ideológica de nuestro tiempo?

Nuestros socialistas han decidido afrontar las elecciones europeas como si en ellas se librara la batalla ideológica más importante de nuestro tiempo.

Nuestros socialistas han decidido afrontar las elecciones europeas como si en ellas se librara la batalla ideológica más importante de nuestro tiempo.

Nuestros socialistas han decidido afrontar las elecciones europeas como si en ellas se librara la batalla ideológica más importante de nuestro tiempo. El Austerlitz que está pintando la candidata Valenciano sitúa a un lado a los conservadores, con su maldita austeridad y sus sádicas ganas de hacer sufrir a la gente, y del otro, claro, a los socialdemócratas, con su proverbial generosidad con el dinero público y su desvivirse por los que sufren. La confrontación es de tal modo decisiva, según cuenta la candidata, que de ella saldrá o una Europa de los mercados o una Europa de los derechos. Y todo eso depende de que el presidente de la Comisión sea un tal Juncker o un tal Schulz, mira qué fácil.

De tomar por veraz reflejo de la situación esta caricatura mitinera, la gran línea divisoria que recorre Europa sería puramente ideológica, y los conservadores de todos los países de la Unión se habrían puesto de acuerdo para empobrecer a la gente, para acabar de una vez con el Estado de Bienestar y, en lógica consecuencia, para perder todas las elecciones. No es habitual, por no decir que es imposible, que los gobiernos que rinden cuentas en las urnas tomen medidas económicas impopulares si tienen otra alternativa, pero nuestros socialistas disponen de explicación para un comportamiento tan absurdo: los conservadores son malos. ¡Tienen malos sentimientos!

Fuera del mundo del culebrón melodramático, el panorama se presenta un pelín distinto. Es un panorama en el cual la batalla de la crisis no ha estado marcada por las diferencias ideológicas, sino por las variadas situaciones económicas de los países concernidos. La divisoria ha estado entre los que han podido capear la crisis sin grandes problemas, como Alemania, y los que han recibido de lleno su impacto, como España. Entre unos y otros, entre los menos afectados y los más, se ha librado estos años en Europa el tira y afloja. Las diferencias entre socialdemócratas y conservadores han pesado mucho menos: han sido de matiz.

La prueba viviente de que no hay tal batalla ideológica encarnizada en Europa es la coalición de gobierno entre el SPD y la CDU en Alemania. El centroizquierda y el centroderecha de la economía más fuerte de la Eurozona están de acuerdo en lo fundamental, aunque difieran en lo accesorio. El equilibrio presupuestario y la reducción de la deuda son asuntos de consenso entre las dos grandes corrientes políticas, y no admitiría otra cosa el electorado. La Gran Coalición se ha propuesto un programa de inversiones que incrementará el gasto público, sí, pero el detalle es que Alemania se lo puede permitir, al contrario que otros. Otros como Francia, sin ir más lejos, cuyo gobierno socialista acaba de anunciar recortes adicionales a fin de reducir el déficit en plazo.

¿Se habrá convertido Valls al conservadurismo? ¿Lo hizo Zapatero cuando lanzó su mini-ajuste y reformó la Constitución para incluir una regla de estabilidad presupuestaria? ¿Cuáles son las radicales diferencias entre el señor Schulz y la política de su partido en Alemania? Expectantes estamos ante las respuestas que pueda dar la candidata Valenciano.

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