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Cristina Losada

La capilla zapaterina

Quién iba a pensar, cuando el artista se unió a la Plataforma de Apoyo a Zapatero y a su inolvidable manifiesto en defensa de la alegría, que predecía la dicha con que el erario iba a volcarse en sus chorros.

Hay que reconocer, de entrada, el olfato de la ONU. Asfixiada con frecuencia por la escasez de fondos, ha desarrollado un sexto sentido similar al que tenían los estafadores de la España de los cincuenta. Se apostaban los pícaros en las estaciones de tren de las grandes ciudades y elegían entre los viajeros llegados de provincias a sus víctimas. Con certera intuición descubrían a quienes por falta de luces y exceso de codicia más fácilmente caerían en el timo.

Por fuerza ha debido aprender la ONU a otear al tonto que pagará la cuenta desde el primer minuto de su aparición en escena. Pero aun entre los tontos hay clases. Los onusinos buscaban al pagano que rehabilitara alguna sala del decrépito Palacio que mantiene en Ginebra y apareció el mirlo blanco. Se hubieran contentado con un simple trabajo de reforma, pero eso no colmaba las ambiciones del "Gobierno de España". Una obra así la hace cualquiera y hasta puede tacharse de conservadora. El socialismo, sin embargo, siempre se propone modelnizar y poner a España en la vanguardia, y nada de eso sale discreto ni barato.

El afán por ser modernos desemboca en cómicas situaciones como las que retrató Tati en "Mi tío". Sus personajes, al menos, se pagaban sus caprichos de su bolsillo. ZP y Moratinos decidieron tirar la casa (del contribuyente) por la ventana. El resultado es una intervención artística de Miquel Barceló que la pillería y la ignorancia reunidas han bautizado como la capilla Sixtina del siglo XXI. Quién iba a pensar, cuando el artista se unió a la Plataforma de Apoyo a Zapatero y a su inolvidable manifiesto en defensa de la alegría, que predecía la dicha con que el erario iba a volcarse en sus chorros.

A la ONU, sin embargo, no le ha salido la componenda del todo gratis. La obra ha de llevar la impronta zapaterina. La sala XX deberá llamarse de los Derechos Humanos y la Alianza de las Civilizaciones. Todo un contrasentido propio de quienes no sabrían decir cuántas y cuáles son las civilizaciones en liza, ni situar la cuna de los derechos humanos. Pero es inútil pedir fundamento intelectual a una fantasmada. El caso es que ZP disponga de su "capilla". Lo que parecía un asunto de frescos se revela como un símbolo y un síntoma del estado político, moral y estético de España.

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