El autor se presentaba en aquel libro, que no pude leer de puro insulso, como “militante de las causas de izquierda y del galleguismo”. Había escrito entonces obras con títulos como “Polaroid”, “Land Rover”, “Ambulancia” y “F.M.”, que prometían igual ración de modernidad impostada. Pero aquella cosa que llamaba novela decían que era “la más revolucionaria, más ambiciosa, más inteligente de cuantas se habían hecho en Galicia en las últimas décadas”. Recuerdo que el escritor la situaba en la estela del Ulises de Joyce para tratar de vender el producto. Para qué andarse con falsas modestias. Joyce y punto. El mismo que se fue de Irlanda huyendo de las voces ancestrales del nacionalismo, y que hace decir a Dedalus: “La historia es una pesadilla de la que trato de despertar”. Nuestro Joyce gallego era menos indigesto. Uno de los fragmentos de que se compone aquel libro se titula “Hacer caca por ella” y otro se reduce a: “¡Cagoendiós!” Tal vez padeciera de estreñimiento, como Gandhi.
El autor, en todo caso, ahora está por la paz, como el Mahatma. Antes se dedicó a hacerle la guerra al PP por el Prestige, y gracias a su beligerancia consiguió los quince minutos de fama que no le había dado la “Ambulancia”. Pero los tiempos cambian cuando llega al poder un ZP que le asciende a favorito, y la belicosidad desaparece. Es cierto que Fraga le invitaba a cenar, y también lo es que el de Villalba se extrañaba luego de que el agasajado le pusiera a caldo. Pero Fraga, como el resto del PP, ignora que regar de prebendas y subvenciones a quienes son sus enemigos declarados no sólo es tirar el dinero público. Es que les atizarán con más ahínco con la mano izquierda para disimular la mano derecha con la que reciben la pasta.
El asunto es que el autor de “Polaroid” ha conseguido una foto fija como escritor predilecto del presidente. Y que, tras la concentración de la AVT, ha dicho que “Madrid se ha convertido en una ciudadela de la extrema derecha”. Y ello nos ha descifrado, de pronto, el enigma. El misterio de la atracción que un político inculto y vacuo como ZP ejerce sobre escritores a la violeta y titiriteros a la rosa. Pues la clave no sólo reside en que Rodríguez es exactamente como ellos; en que son todos ellos el producto terminal de un largo proceso de degradación intelectual que ha sufrido la izquierda y, de forma acusada, la española. Eso también. Pero si adoran a Zapatero es porque con él se han levantado los controles de la inteligencia y pueden sacar a la calle, sin complejos, el muestrario de viejos tópicos con el que han viajado siempre. Ya no desentonan. Todo es igual de barato.