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Cristina Losada

La guerra de Gila del nacionalismo catalán

Si hay "provocaciones" al ejército, tan serias como para mentarlas en un discurso institucional, que diga cuáles son. Si no, mejor callarse.

Si hay "provocaciones" al ejército, tan serias como para mentarlas en un discurso institucional, que diga cuáles son. Si no, mejor callarse.

Otra cosa no, pero los nacionalistas son muy capaces de hacer una tormenta en un vaso de agua. La última borrasca en esas limitadas dimensiones que son tan de su gusto se originaba en una frase del ministro de Defensa. "Los militares están preparados, mantienen el ánimo firme y sereno, sin atender a absurdas provocaciones, y cumplen calladamente con su deber", dijo Morenés en un discurso que, por lo demás, hubiera pasado sin pena ni gloria ni titular. Pues nada, a la voz de "absurdas provocaciones", los nacionalistas, como un solo hombre, se dieron por aludidos e hicieron turnos para indignarse.

El nacionalismo catalán tiene grandísimo interés en hacer ver que el Gobierno español se propone enviar la infantería a la plaza de San Jaime en el caso de que la Generalitat convoque una consulta ilegal sobre la secesión. El propio Artur Mas, cuando era el Mesías de la precampaña, advirtió: "Nadie puede utilizar las armas para ir en contra de la voluntad de un pueblo". Lo dijo, obviamente, para que su público pensara que alguien quiere utilizarlas. Con la misma intención, cuatro eurodiputados, incluida una militante del PSC, enviaron en octubre una carta a la comisaria Reding pidiendo una acción preventiva de la UE, ante el riesgo de que se empleara "la fuerza militar contra la población catalana".

Aquella astracanada usaba como pretexto unas declaraciones de dos militares retirados y otra del eurodiputado Vidal Quadras, quien había dicho que si el Gobierno autonómico convocaba un referéndum saltándose la ley debería aplicarse el artículo 155 de la Constitución. Éste es un procedimiento estrictamente civil, similar al previsto en otras democracias. Pero tanto quiere oír ruido de sables el nacionalismo catalán, que hasta lo oye cuando pasan unos cazas en vuelos de adiestramiento. Compréndase: de algún modo tiene que darle cuerpo al enemigo imaginario.

La frase de Morenés, no obstante, es típica de un lenguaje político que se refugia en los sobreentendidos para que cada cual interprete lo que le parezca. Pero si hay "provocaciones" al ejército, tan serias como para mentarlas en un discurso institucional, que diga cuáles son. Si no, mejor callarse. Así, el ministro incurrió en lo que él mismo tachaba de "error extraordinario" en una entrevista. "Pido responsabilidad para no llevar a las Fuerzas Armadas al debate político diario", dijo allí. Fue dicho y no hecho. De estar sometido a la disciplina militar, igual tendría que ponerse falta. 

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