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Cristina Losada

La involuntaria confesión de ZP

Que un licenciado en Derecho por la Universidad de León nos imparta que los miembros del alto tribunal no son unos pipiolos, mueve a la risa. Que lo profiera un presidente del Gobierno, en un contexto de presión al Constitucional, mueve a escándalo.

Dijo en la cadena forofa Zapatero que está "convencido" de que todos los magistrados del Tribunal Constitucional "saben la importancia que tiene esta sentencia". Le faltó añadir: para mí y para mi Montilla. O viceversa. Pero aunque no agregara ese reconocimiento de la trascendencia que el dictamen tiene para él, su Gobierno y su partido, sus palabras son de cuidado. Pues, ¿a qué vienen? Que un licenciado en Derecho por la Universidad de León nos imparta el descubrimiento de que los miembros del alto tribunal no son unos pipiolos, mueve a la risa. Que lo profiera un presidente del Gobierno, en un contexto de presión y coacciones al Constitucional, mueve a escándalo: el mensaje equivale a una advertencia.

Es verdad que Zapatero ha dado muestras, sea en economía, en política internacional o en diseño de túneles para el AVE, de la altísima estima en que tiene sus facultades. Unas, sobre las que su antiguo profesor, Francisco Sosa Wagner, declaró en su día: "No me atrevo a pronunciarme". No extraña, así, el toque de vanidad cuando decía, en la entrevista, que había metido la pluma o el boli en la redacción del Estatuto. Pero enorgullecerse de la propia obra tiene su precio. Pues, de paso, explicaba lo siguiente, y cito literalmente: "El preámbulo reconoce que el Parlamento del Cataluña se ha proclamado como nación y luego, en el texto articulado, para adecuar plenamente a la Constitución, Cataluña queda considerada como nacionalidad."

¡Para adecuar plenamente a la Constitución! He ahí la confesión involuntaria de algo que nuestro licenciado sabe: que proclamar "nación" a una comunidad autónoma no cabe en la Carta Magna. Bien es cierto que dijo "adecuar plenamente" con el tono de considerar innecesario tomarse tantas molestias. Total, las palabras deben de estar al servicio de la política y no al contrario. Y las leyes, que sólo son palabras, también. Igual que quienes han de velar por su cumplimiento, qué diantre. Por eso oímos del Gobierno que espera una "gran sentencia" o una "sentencia razonable", pero no lo que hay que esperar del TC: un dictamen de acuerdo a la Constitución. La impaciencia consume a Zapatero ante tanto tiquismiquis por meros sustantivos, adjetivos y verbos. Sin embargo, ni él ni los suyos están impacientes por el enorme retraso que lleva el Tribunal. Como si confiaran en la imprevisible labor del tiempo.

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