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Cristina Losada

La moralina zapatética

Zapatero debería ofrecerse ya a Obama para refugiar a los pobres presos de Guantánamo y facilitarle al nuevo presidente el ansiado cierre de la única prisión del mundo que despierta el rechazo de las gentes de progreso.

El país que no se escandaliza por los malos tratos que dispensaron unos mossos d’esquadra a un detenido, y menos por el respaldo que recibieron desde el Gobierno autonómico, es normal que se preocupe hondamente por las escalas que han podido hacer aviones de la CIA con prisioneros talibanes y de Al Qaida destinados a Guatánamo. No en vano ese centro de detención preventiva de sospechosos de terrorismo ha sido condenado como el gulag de nuestro tiempo, y la opinión "progresista" es especialmente sensible a ese término, como demostró en la era del Imperio soviético. Una sensibilidad que se manifestó en España cuando nos visitó Solzhenitsyn y se dijo que para encerrar a tipos de su calaña, aquel brutal archipiélago resultaba indispensable.

La doble moral que preside la indignación "progre" por las violaciones de derechos, torturas o condiciones de detención indignas, deslegitima las escenas de airada protesta que se organizan a cuenta de Guantánamo. Incluidas las que ha montado el Gobierno de España. Es sabido cómo las gastan en las citadas materias numerosos países con los que mantiene relaciones cordiales, y cómo impulsó el levantamiento de sanciones a Cuba, por citar el caso geográficamente más próximo a la base norteamericana. La "ética" de la que acaban de presumir Zapatero y Moratinos para asegurar que nunca hubieran aceptado las escalas, es de quita y pon, selectiva, y por tanto no existe.

Tan inexistente que han respondido con evasivas a la propuesta de dar asilo a algunos prisioneros a los que se quiere liberar, pero no deportar a sus países de origen por el riesgo de que se les someta a maltrato. Portugal acepta acoger a unos cuantos, pero España está tan inquieta por los aviones que repostaron en su territorio, como indiferente a la suerte de esos individuos, que no son más de sesenta de los 250 presos que permanecen en Guantánamo. ¿No eran todos inocentes? ¿No interesaban sus derechos y su bienestar? ¿O sólo importan las escalas y el papel de Aznar en el asunto? Son preguntas retóricas, obviamente.

Zapatero debería ofrecerse ya a Obama para refugiar a esa pobre gente y facilitarle al nuevo presidente el ansiado cierre de la única prisión del mundo que despierta el rechazo de las gentes de progreso. Siendo como es el inspirador de la Alianza de Civilizaciones, carece de excusas para no recibir a unos hijos del Islam con los brazos abiertos. Aquí estarán como en casa.

En España

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