Menú
Cristina Losada

La noticia que no fue del año

Sí, cualquiera está de acuerdo en que la austeridad es necesaria... salvo cuando le toca.

El ministro De Guindos acaba de mentar la bicha y eso nos da la percha para colgar la no-noticia del año, que igual hay que celebrarla como el no-cumpleaños en Alicia a través del espejo. Porque un año más, y van dos, España no ha tenido que ser rescatada (del todo). Hemos evitado seguir a Grecia, Irlanda y Portugal en los ajustes draconianos que acompañan a la famosa intervención y así nos ahorramos unos recortes mucho más profundos de los que se han hecho, que hubieran afectado sin excepción a todos los servicios públicos, prestaciones y subsidios. Me temo, sin embargo, que la percepción más extendida no es favorable a la celebración de esta no-noticia. Lo es tan poco, que los ajustes adoptados en España, que se quedan pequeños en la comparación, suscitan un rechazo general. Como si la salida de la crisis admitiera una buena y una mala opción y no, como es el caso, una mala y otra peor.

El titular de Economía decía que los ciudadanos saben que las medidas adoptadas "son las medicinas amargas que tenemos que tomar para salir de la crisis". Seguro que algunos lo saben, pero el pulso de la opinión pública emite señales de lo contrario. Sí, cualquiera está de acuerdo en que la austeridad es necesaria... salvo cuando le toca. Entonces, la voz es: ¡que paguen otros! Siempre hay una lista de otros: los políticos, los banqueros, los ricos, las grandes empresas, qué se yo. Entre los funcionarios, por ejemplo, parece haber tomado cuerpo la noción de que son ellos los paganos. El sindicato CSIF calcula que han perdido un 30 por ciento de poder adquisitivo. Es muy lamentable, pero falta, de nuevo, una comparación: el poder adquisitivo que han perdido quienes trabajan en el sector privado.

España se ha empobrecido como consecuencia de la crisis, y esto, que es una obviedad, cuesta entenderlo. En cinco años de derrumbe, la incomprensión, en lugar de menguar, ha crecido. Algo aporta ahí la incapacidad comunicativa del Gobierno (del anterior nada diremos, pues ya está todo dicho). Su insistencia en no explicar las cosas de manera que se entiendan y se relacionen es asombrosa. No extrañe que las reducciones de sueldos se vean como un castigo a los más inocentes, y las ayudas públicas a la banca como un premio a los más culpables. O que los recortes en sanidad, educación y otros servicios parezcan pérfidos caprichos. En el fondo yace una idea que alimentó la praxis política: los políticos daban porque sí y ahora quitan porque les da la gana. 

Temas

En España

    0
    comentarios