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Cristina Losada

La sorpresa del profe Iglesias

Quedó Iglesias como un pipiolo recién llegado que ignora el historial de tratos de los nacionalistas con los grandes partidos

Hay poco que hacer, pues sólo queda formar Gobierno, y el Congreso se divierte intentando desentrañar el misterio de diez votos de nadie. De nadie, digo, porque nadie los reconoce, y menos que nadie aquellos a los que se dirigen los dedos acusadores. Hay diez señores y señoras diputados y diputadas, que juntaron sus votos a los del PP y Ciudadanos para elegir a los vicepresidentes de la Mesa, y no se sabe quiénes han sido. El voto es secreto, claman los sospechosos, y tienen razón. Pero no puede ser secreto lo que se ofrece a cambio de los votos, que no suelen regalarse sin más. De hecho, hay amplia experiencia en la materia. Son tan habituales los sospechosos, que han cerrado tratos con PP y PSOE en numerosísimas ocasiones para asuntos de tanta enjundia como redondear mayorías para el Gobierno de la nación, y a un precio más alto que disponer de grupo parlamentario propio.

En el PSOE estarán contentos. Si se confirma ese atisbo de entendimiento entre el PP y ciertos partidos nacionalistas, Rajoy no habría hecho otra cosa que seguir su consejo: no nos mire a nosotros y busque los votos entre quienes le son más afines ideológicamente. Era una manera maliciosa de decir que ahí estaban, como siempre, PNV o Convergencia para arreglar un descosido o un roto. Los socialistas recurrieron muchas veces a esos apaños, lo cual significa que la afinidad ideológica es factor secundario o, como es más probable, que la ideología de los nacionalistas es por encima de todo el nacionalismo. Pero no, no han de estar contentos los socialistas. La movida de los diez votos tránsfugas ha llevado a Ciudadanos a anunciar que votará en contra de Rajoy en las dos sesiones de investidura si los nacionalistas se suben al carro. Ha puesto de nuevo la pelota en el tejado del PSOE: o se pringa, absteniéndose, o no hay trato. Esto es, no habrá Gobierno, sino repetición electoral. La partida continúa.

Ajeno a ella, y a más cosas, están el partido Podemos y su dirigente Iglesias. Su sorpresa por los diez votos extras fue genuina y reveladora. “Parece que Convergencia y PNV votan con PP, Ciudadanos y C. Canaria al Vice de la mesa. Ver para creer”, comentó el diputado en Twitter mientras sucedía el acontecimiento. Se ha dicho un trillón de veces que es malo legislar en caliente, pero tuitearen caliente… eso, es mucho peor. Quedó Iglesias como un pipiolo recién llegado que ignora el historial de tratos de los partidos nacionalistas con los grandes partidos. Quedó como lo que es. Un recién llegado con mucha ambición y muchas ínfulas, habilidad para la comunicación y el espectáculo, pero un principiante que dirige un partido compuesto básicamente de aficionados. Su pasmo al ver cómo es la política real me ha parecido entrañable.

El remate lo puso después, cuando transformó la sorpresa en relato para preparar a los seguidores para lo que todo el mundo, menos ellos, supo al día siguiente de las elecciones: Podemos estará en la oposición. Asombroso. Quién lo iba a decir. Ver para creer. Y ahí salió el profe Iglesias a explicarles a los suyos, vía prensa, que el curso habitual “en los regímenes políticos parlamentarios” es que “una fuerza política antes de ser Gobierno se foguee en la oposición”. Bueno, hay que ser muy pedagógico y no dar por sentado que la gente sabe estas cosas. Sobre todo, hay que hacer creer que lo de llegar y besar el santo estuvo en un tris de acontecer. En sus términos: que no se puede, pero sí se pudo, y se podrá. No hay otro partido político que exhiba más descarnadamente su ambición de poder que Podemos, de ahí que Iglesias sólo aplazara un poquito la victoria final. Ahora, dijo, hay que “trabajar partido a partido y en una liga más larga”. ¿Quién era el que leía el Marca? A Iglesias y compañía aún les queda mucha mili, y no se dan por enterados.

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