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Cristina Losada

Las alfombras de Abel Caballero

Abel Caballero tiene un pasado. Y un pasado que le asocia, no ya al habitual derroche de las administraciones, sino a prácticas aún más censurables.

El alcalde de Vigo ha abierto al público el despacho de su antecesora cual si fuera una tienda de muebles y ello ha causado sensación. Para quien siga al personaje, en cambio, no hay sorpresa. El veterano socialista Abel Caballero siempre parece en pugna con su apellido, y su estilo, visible en ese toque de feria pueblerina que es exhibir las piezas del despacho con enormes etiquetas que vocean el precio, manca finezza  por decirlo con suavidad. Pero este último espectáculo suyo dista de ser, hoy, excepcional. Al contrario, está en perfecta sintonía con el espíritu populista en boga. Hemos entrado en una época de explotación del resentimiento social a cuenta de la crisis y el ajuste, y en cada esquina aparecen demagogos prestos a contraponer los privilegios y lujos que disfrutan ellos a los sacrificios y miserias que padecemos nosotros.

Caballero podía haber denunciado el despilfarro sin histrionismo y, ya puestos, su ira por el dispendio hubiera sido más verosímil de haber estallado cuando arribó al Gobierno. Pero, en tal caso, se privaría de la ocasión de encender esa cólera popular que se excita comparando "lo que tienen ellos" y "lo que tenemos nosotros" y que en tiempos no tan lejanos solía conducir a las alegrías del motín y el saqueo. De momento, sin embargo, la operación de agit prop mobiliario no ha despertado pasiones y sólo dos decenas de curiosos han querido admirar las estancias que su rival del PP rehabilitó hace unos años. Y hay un riesgo. Estos demagógicos ejercicios de transparencia tienen, para quienes los acometen, el riesgo de que abran el apetito y se pida más madera. Que se caiga en la cuenta de que hay más despachos por ver, más precios por conocer, más gastos por evaluar y más historiales por repasar.

Al fin y al cabo, Abel Caballero tiene un pasado. Y un pasado que le asocia, no ya al habitual derroche de las administraciones, sino a prácticas aún más censurables. Pues está con ánimo de levantar alfombras, el alcalde, que fue ministro en la era felipista, puede hacer una exposición grandiosa si levanta las que él mismo pisó entonces. Si presenta los trinques más célebres de los años gloriosos que vivió en primera línea. Todos etiquetados, mostraría cuánto se llevaron de la Cruz Roja, cuánto del BOE, cuánto de la Guardia Civil, cuánto de los convolutos, cuánto de Filesa, cuánto de los cafelitos de Juan Guerra. Puesto que está en la glasnost, haga la Expo de la cleptocracia. No se frene, hombre.

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