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Cristina Losada

Le Pen en Galicia

Quien se pregunte por qué en España no ha surgido un Frente Nacional como en Francia ha de buscar respuesta en ese discurso xenófobo. El espacio político del ultraderechista Le Pen lo ocupan aquí los secesionistas y sus clones.

El fondo etnicista del nacionalismo sale a la superficie en toda su monstruosidad, en ocasiones como la que se vivió el martes en el Parlamento de Galicia. La supresión de la obligatoriedad de realizar en gallego el examen de las oposiciones a funcionario de la Xunta y de la Administración Local no era asunto baladí. Por algo tal imposición fue una de las primeras medidas del gobierno de socialistas y nacionalistas. Su propósito no era otro que el de construir una administración a su imagen y semejanza, un coto reservado para sus iguales. Asegurarse de que en ningún sector público, incluida la sanidad, pudiera entrar nadie que hubiera dedicado más tiempo y esfuerzo a mejorar su capacidad profesional que al aprendizaje del gallego.

El BNG y el PSdeG, ciegos a las enseñanzas de sus derrotas, recurrieron a su retórica tremendista para oponerse a un derecho tan elemental como que los aspirantes puedan elegir cualquiera de las dos lenguas cooficiales. Lo cual, cosa que ocultan ambos partidos, no les exime de conocer el gallego. O disponen de un título que lo acredite o deberán realizar una prueba en ese idioma. Pero qué importa la realidad cuando se trata de proclamar que acaba de producirse "el 18 de julio contra el gallego", como sentenció para gloria del esperpento y ridículo propio, el socialista José Manuel Lage Tuñas. Extraño golpe ése, que vuelve a acercar la norma al Estatuto y a la Constitución y a la condición bilingüe de Galicia, que los de Touriño y los del Bloque quisieron destruir a golpe –ahí sí– de decreto y policía lingüística.

Pero procedería del nacionalismo fetén –el del PSdeG es sobrevenido, aunque no menos extremista– el berrido más revelador de cuantos se escucharon en la Cámara. Bieto Lobeira, del BNG, alertó de la invasión que se avecina por culpa de esa libertad de elección de idioma en los exámenes. De un diputado que apeló a un futuro holocausto nuclear para reclamar la galleguización de los cementerios se podía esperar que profetizara la próxima llegada de los marcianos con el malvado designio de ocupar los preciados puestos de la Xunta. Pero no, es aún más grave. El odioso ejército que amenaza con "un desembarco" en Galicia son "personas de fuera". ¡Españoles! Extranjeros que podrán instalarse como funcionarios en las tierras de Breogán y corromper la prístina pureza de los indígenas. Los españoles son, para el nacionanismo, mucho más peligrosos que los extraterrestres.

La aportación de Lobeira a los derechos humanos y a la convivencia se cifra en este mensaje: vendrán otros españoles a robarles el trabajo a los gallegos, que en la definición nacionalista son, de modo exclusivo, sus propias huestes y acólitos. Quien se pregunte por qué en España no ha surgido un Frente Nacional como en Francia ha de buscar respuesta en ese discurso xenófobo. El espacio político del ultraderechista Le Pen lo ocupan aquí los secesionistas y sus clones.

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