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Cristina Losada

Lecciones sobre corrupción desde Extremo Oriente

Qué imprudencia la de Rubalcaba cuando interpeló a Rajoy sobre la corrupción y dijo: "Usted tiene un problema". ¿No recuerda qué le pasó a Maragall?

Qué imprudencia la de Rubalcaba cuando interpeló a Rajoy sobre la corrupción y dijo: "Usted tiene un problema". ¿No recuerda qué le pasó a Maragall?

Qué imprudencia la de Rubalcaba cuando interpeló a Rajoy sobre la corrupción y dijo: "Usted tiene un problema". ¿No recuerda qué le pasó a Maragall? En marzo de 2005, el entonces presidente de la Generalitat atacó de similar manera a un Artur Mas en la oposición: "Ustedes tienen un problema y este problema se llama tres por ciento". Es sabido que Mas no lo negó; le respondió que si quería hacer "cosas importantes", léase el nuevo Estatuto, debía retirar tales palabras, a lo que don Pasqual accedió. Pero se ha reparado menos en que aquel fugaz destape de una corrupción muy consolidada señaló el principio del fin de Maragall. Después de aquello, el hombre sólo duró un año en el cargo. En la familia socialista, e igual en otras, es una temeridad significarse como levantador de alfombras, aunque se trate de las del adversario.

Apremiados por la gran inquietud pública, los dirigentes compiten por el papel de implacable perseguidor de la corrupción, un híbrido del fiscal Di Pietro y de Eliot Ness, siempre que logre encontrar personal para formar Los Intocables. Pero más allá de los aspavientos retóricos, del "usted tiene un problema" y "usted tiene un problema peor", sólo se vislumbra un horizonte impreciso y a lo peor un espejismo. El Gobierno propugna un pacto contra la corrupción, ley de transparencia, retoques en el Código Penal y nuevas reformas de la financiación partidaria. Otros reclaman medidas punitivas y cambios inmediatos. Propuestas hay, aunque poco definidas. Ahora bien, su utilidad será escasa si no responden a un diagnóstico que identifique cuáles son los fallos y los incentivos perversos que sirven de caldo de cultivo de la corrupción política.

La financiación de los partidos, supuesta matriz del problema, es sólo uno de los factores, como muestran muchos de los casos que están ahora en el candelabro. Puesto que no andamos solos en el universo de la corrupción, tiene interés fijarse en una democracia que sobresalió en ese ranking, con escándalos que tumbaron a primeros ministros, a ministros y a altos cargos de Hacienda, de Agricultura, de Construcción o de Transportes. Me refiero a Japón, donde eran habituales los sobornos a miembros del Gobierno y a los partidos. Los estudios al respecto apuntan a una combinación de causas. La financiación era una, desde luego, pero había más: el sistema electoral, la estricta disciplina de partido, la fuerte regulación de la economía, la escasa probabilidad de ir a la cárcel por corrupción política y la tolerancia social ante unas prácticas que reparten beneficios. ¿He dicho Japón? Puestos uno tras otro los factores coadyuvantes, digo España.

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