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Cristina Losada

Madina, otro baby para el PSOE

Ahora surge, como gran esperanza blanca, Eduardo Madina, quien, a falta de notable actividad profesional, tampoco ha sido alcalde de su pueblo.

Ahora surge, como gran esperanza blanca, Eduardo Madina, quien, a falta de notable actividad profesional, tampoco ha sido alcalde de su pueblo.

La busca de candidatos presidenciables del socialismo vuelve a desarrollarse, al parecer, en el ámbito del kindergarten. Esa franja preescolar tiene algo que ver con la edad, pero sobre todo con la falta de experiencia. La experiencia política que se requiere para el gobierno de una nación no la da la mili del apparatchik. Ni siquiera, en nuestro caso, los años que uno se ha sentado en el Congreso. Muchos, dieciocho nada menos, fueron los que pasó calentando el escaño un chico de León, y resulta que llegó a La Moncloa para aprender el oficio de presidente del Gobierno.

Ahora surge, como gran esperanza blanca, Eduardo Madina, quien, a falta de notable actividad profesional, tampoco ha sido alcalde de su pueblo ni consejero de autonomía, cosas ambas accesibles para un hombre de partido. Pero Madina, igual que otros tapados del PSOE, tiene a su favor la juventud y el folio en blanco. Un pasado impoluto en lo que se refiere a experiencia gobernante. En el partido le tienen afecto, y el cariño es muy importante. Antes, a las más altas responsabilidades se llegaba aprendido. Es decir, antes de que la juventud y la inexperiencia fueran no ya un valor más, sino el valor por excelencia para tener alguna posibilidad de ganar la presidencia de un Gobierno. Y antes de que el fulgor de la sonrisa kennediana deslumbrase a varias generaciones de obsesos por la imagen.

Sartori, el politólogo, dijo tras el gran resultado de Pepito Grillo en su país: "Si usted tuviera una empresa, ¿tomaría gente sin experiencia?". Y continuó: "La política es complicada (...) En cualquier oficio, uno lo conoce o fracasa. La política se ha vuelto un oficio dificilísimo, hay que saber leer los papeles de la Unión Europea". Cierto, y aún digo más: ciertísimo. Pero cuanto más compleja es la política, más tirón tiene el imberbe. Tal vez porque, como apuntaba el erudito Jacques Barzun, "el hombre vulgar de aire juvenil y algo confundido es la figura grata a una sociedad democrática". No se quiere al mejor, que es diferente, sino al igual. Se quiere a alguien con el que identificarse. Como en las películas.

El PSOE, que olfatea los deseos del público mejor que el PP, no piensa así en resucitar a un Almunia o a un Borrell, sino en catapultar a gente ligera de equipaje. Quizá creen otra vez los viejos mandarines que un novato es más manejable. Después de Zapatero sería reincidencia. Pero si aquel aprendiz les hizo el favor impagable de ganar dos elecciones, a ver por qué no puede hacer lo mismo el baby Zapatero que están acunando.

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