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Cristina Losada

Mobbing contra Rajoy

Su política se dirige con deliberación a fracturar. Y hay que decirlo claramente. Como hay que entender que las comisiones de la estaca, las pandillas de la porra y demás variantes matoniles, tienen su sentido y su objetivo en ese empeño.

Para ser unos fans de la guerra preventiva y unos enemigos de la paz, hay que ver cómo aguantan Rajoy y el PP el chaparrón de agresiones que, como las borrascas, se mueve cíclicamente y descarga unas veces aquí y otras allí, unas semanas en Cataluña y otras en Castilla, sin olvidar aquellos frentes encadenados Prestige-Irak-13-M que lo persiguieron por toda España, y el de siempre, el que de forma perenne ensombrece el País Vasco, donde se patentó el invento. Tanta paciencia muestran los del PP que podrían presumir de actitud gandhiana, aunque no conseguirían que ZP se ahorrara los viajes a la India y los rociara de pétalos a ellos. Quien abusa de las víctimas del terrorismo, que son lo más parecido al Mahatma que tenemos por aquí, quien no condena los atentados, quien mantuvo silencio ante la oleada de ataques de hace tres años, ha acreditado la falta de autenticidad de sus proclamas pacifistas. Aquella blanda equidistancia de condenar la violencia venga de donde venga, la ha transformado en condenar según convenga.

Y a la vista de las fotos de quienes intentaron agredir a Rajoy en Benavente, una cosa se deduce: esa violencia les conviene. A ellos y a sus dirigentes. No sólo porque, de lo contrario, no hubieran organizado el numerito, que es ambulante. También se les conoce la satisfacción en el rostro. No están indignados, sino encantados. Es que les pone, como dice Blanco en su intento de usar jerga de coleguis, esto de someter al dirigente de la oposición al acoso y al hostigamiento. Que son los términos que emplea la UGT para describir el mobbing y que se ajustan perfectamente a lo que algunas de sus gentes andan haciendo con Rajoy. O sea, que el líder del PP podría denunciar por mobbing laboral, pues a fin de cuentas estaba haciendo su trabajo, a los sindicalistas que lo persiguen de esa guisa. Con el agravante de que a la violencia psicológica, han unido la otra, la auténtica.

Pero no habrá tal denuncia, ni una parecida, del mismo modo que no hubo otras. Rajoy ha dicho que esas cosas están muy mal y que en nada benefician a la convivencia, lo que es cierto, pero insuficiente. Porque el socialismo gobernante no desea mejorar la convivencia. Porque su política se dirige con deliberación a fracturar. Y hay que decirlo claramente. Como hay que entender que las comisiones de la estaca, las pandillas de la porra y demás variantes matoniles, tienen su sentido y su objetivo en ese empeño. No se trata tanto de amedrentar al adversario, que también, sino de hacerlo aparecer como un apestado, como alguien que merece los palos que le caen. Y así hasta lograr que nadie lo defienda, sea por miedo a recibir la misma medicina, sea porque acepten la lógica del linchamiento, y se sumen al "algo habrá hecho", que no suele ser otra cosa que miedo encubierto.

¿Y qué ha hecho el PP? Ah, señores, de todo, pero, sobre todo, la guerra de Irak. Y quien diga que no tiene nada que ver con las listas de espera, no sabe de qué está hablando. Ya lo explicará Blanco, el pureta de la basca. Y podrá engranar eso si le peta, y cualquier delirante relación con Irak que se le ocurra, por una buena razón: el PP no ha explicado antes ni explica ahora la guerra contra Sadam. Y así pasa lo que pasa cuando se pasa página. Pero esta otra tendencia a la evasión merece artículo aparte.

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