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Cristina Losada

Ni Alfredo ni Carme

Dado el horror vacui que atenaza al partido y la orfandad ideológica de los dos aspirantes a dirigir esa agencia de colocación sin empleos, bien podrían considerar la disolución y el ingreso en el Partido Popular, al modo de sus pares italianos.

Justo es reconocer que el partido socialista, el que nació en Suresnes, siempre ha tenido su propia indiosincrasia, sin dejar por ello de estar atento a las andanzas de sus primos hermanos europeos. Así, tras sorprender a los veteranos del antifranquismo con una irrupción trufada de desmelene ultraizquierdista, González tomó nota de lo que ocurría al otro lado de la raya. De la suerte del primer Mitterrand, aquel maniobrero sin doctrina, según el retrato de Revel, aprendió que un auténtico gobierno de izquierdas era auténticamente ruinoso. También aprendió más cosas, pero no vienen al caso. Después, fue Zapatero, quien ayuno de ideas pero con oído para la música, adaptó el tema de la "tercera vía" de Blair y Giddens, e hizo de lo que ya era filigrana, puro melindre. De aquella "nueva vía", como del finado Fernández, nunca más se supo.

En esta hora de zozobra, sin embargo, parece de nuevo tiempo de salir al exterior. De que el PSOE pose su mirada sobre la experiencia de penitentes homólogos y se inspire, en concreto, en la aventura del Partido Socialista Italiano. Confieso que había olvidado del todo al viejo PSI hasta que la lectura de un autor italiano de izquierdas, atribulado por el estado de esa congregación, me ha refrescado la memoria. Y es que el PSI, el de Bettino Craxi y otros mártires, se disolvió en 1994, diseñándose entonces dos vías alternativas. La una, fue la cárcel o el exilio, opción elegida por Craxi, quien halló acogida hasta su muerte en casa del bueno de Ben Ali, presidente tunecino, reciente ex miembro de la Internacional Socialista y, ahora mismo, otro exiliado. Pero la salida de emergencia que encontraron los supervivientes fue la integración en el partido de Berlusconi, que es un hogar donde, al menos, la puerta permanece abierta.

Dado el horror vacui que atenaza al partido y la orfandad ideológica de los dos aspirantes a dirigir esa agencia de colocación sin empleos, bien podrían considerar la disolución y el ingreso en el Partido Popular, al modo de sus pares italianos. Allí, en lo más parecido a un partido socialdemócrata que tenemos, los socialistas organizados como corriente aún tendrían una oportunidad de llegar a algo. Es verdad que Rubalcaba acaba de descubrir una idea en Hollande, de quien la madre de sus cuatro hijos, Ségolène Royal, dijo que no había aportado nada serio en 30 años. Y que Chacón semeja mirar hacia la Argentina de Evita. Pero la apuesta segura es esta modesta proposición por un cómodo retiro. Estación Termini.

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