Hace unos años, el ayuntamiento de Vigo, controlado entonces por la autodenominada izquierda, suspendió un concierto de un grupo heavy porque utilizaba la svástica en su puesta en escena. No recuerdo el nombre del grupo, pues su especialidad no es de mi gusto, pero sí que sólo protestaron unos pocos fans. Según ellos, la parafernalia hitleriana era pura decoración y el grupo aquel no incitaba a exterminar judíos ni justificaba las atrocidades nazis. No tuve paciencia para comprobarlo. La diligencia con la que actuaron los concejales me hizo sospechar que ellos tampoco. Alguien dio el aviso de que iban a ensuciar con la svástica el buen nombre municipal y eso bastó. Ningún roquero abrió la boca para preguntar si la sentencia había sido justa. Nadie habló de libre expresión. Si va de nazis, está claro.
Cuando se trata de los nazis de ETA está oscurísimo. Los roqueros se nos han vuelto muy temerosos de discrepar de aquello que se presente como radical. Se dejan mandar por las apariencias. Quedan dos o tres con cabeza y con agallas, el resto cría lana. Y el rebaño está en que defender la libertad de expresión de los que justifican a la ETA, mola y que oponerse a ello es de fachas redomados. No les vamos a pedir a los roqueros y a sus cohortes que se embeban de teoría política. Ni siquiera que lean. Bastaría con que pensaran. Que fueran capaces de percibir bajo la propaganda pro-etarra el latido del fascismo: la exterminación del adversario, la supresión de la libertad. Es pedir demasiado.
La sala Caracol, de la que tenía yo buen concepto por el lado musical, se ha descolgado con un comunicado alucinante para explicar la suspensión de un concierto de Berri Txarrak, grupo navarro que apoya a los presos de ETA y difunde la endeble mitología de los “gudaris” torturados, entre otras gracias. Algunas de sus letras son cómicas por indocumentadas. Sobre la conquista de América y aplicable a Euskal Herria, dicen: “estaba todo preparado a través de los siglos y estrictamente pensado que cuando se encontrara un mundo nuevo había que destruirlo y anular su cultura adueñándose de sus riquezas e imponiendo su lengua”. La conspiración secular de los Sabios de Sión ataca de nuevo. Y con peor literatura.
Hasta sus temas de apoyo a los presos etarras harían reír si no hubiera bajo tierra casi mil personas asesinadas por esos y otros sicarios de la banda, y miles más amenazadas. Los muertos no pueden ejercer su libertad de expresión y muchos vascos tampoco. Pero los asesinados y los amenazados, que son los verdaderos rebeldes y héroes de la historia, no merecen consideración, por lo visto. Y aquellos que los defienden son tratados de “provocadores, violentos o colectivos con información tergiversada” por la Sala Caracol en su nota. ¡Y dicen que defienden “la libertad de expresión de todas las personas”!