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Cristina Losada

Pedro Solbes y su descargo de conciencia

Publica, en fin, Solbes sus recuerdos. Las memorias son uno de los géneros de ficción que más se cultivan.

Publica, en fin, Solbes sus recuerdos. Las memorias son uno de los géneros de ficción que más se cultivan.

A Pedro Solbes no se le pilla con el carrito del helado fácilmente. Sus maneras suaves, sus buenos modales, su estilo de alto funcionario, su habilidad para poner una vela a Dios y otra al diablo, esa aureola de personalidad de reconocido prestigio. Todo esto, aproximadamente, era el capital de Solbes y todo eso, justamente, incrementa de forma exponencial su responsabilidad política en la primera y crucial fase de la gran recesión.

Un perro de presa de partido, un político que ya se nota que miente más que habla, un demagogo del montón, no habrían logrado el efecto tranquilizador, anestésico, que consiguió el ministro de Economía de Zapatero cuando llamaba a la puerta, cuando enseñaba la patita y cuando finalmente entró como un toro bravo –son sus términos– la peor crisis que ha padecido España en esta época.

Fue aquel capital suyo, el sello de profesional cuasi independiente, que no arriesgará su reputación por un cutre puñado de votos, lo que confirió decisiva credibilidad a sus sedantes: todo va bien, no problemo, sin novedad, crisis, what crisis? Así se lo dijo a Manuel Pizarro en el debate de febrero de 2008, como fatigado de tanta tontería:

Hablan de crisis en el Partido Popular, incluso de recesión, que ya a veces resulta incluso un poco molesto. Nada más alejado de la realidad.

En su regreso al pasado, Solbes tiene mucho cuidado con las fechas por aquello del contexto. Sostiene, en una entrevista sobre su libro, que en 2007 nadie previó lo que ocurriría en 2008 y mucho menos la quiebra de Lehman Brothers, que fue en septiembre. Es la tesis de la sorpresa, del ¡quién lo iba a decir!, tan traída y tan llevada y que tan mal se compadece con la otra tesis de Solbes: que la crisis, su componente autóctona, se fue larvando desde la entrada en el euro y por "medidas de Gobiernos anteriores". Nadie previó lo que iba a suceder, pero se veía venir que sucedería algo. El ying y el yang, según Lao-Tsé Solbes.

Al parecer, nuestro hombre sólo se arrepiente de haber aceptado continuar como ministro de Economía en la segunda legislatura de Zapatero. Ya puestos a descargar la conciencia, tendría que arrepentirse de no haber dado la voz de alarma a tiempo. Públicamente, claro. A pesar de su largo mutismo, los zapateristas le acusan de deslealtad. Ellos anteponen la lealtad al partido y al líder a la lealtad al país y a los ciudadanos, pero Solbes también lo hizo. Sabiendo ya que no iba a hacerse lo que era preciso y urgente, guardó silencio. Igual es que no contaba entre los datos de la crisis el sufrimiento que infligiría a seres de carne y hueso. Ah, el patriotismo de partido. No dar argumentos al enemigo y todo eso. Publica, en fin, Solbes sus recuerdos. Las memorias son uno de los géneros de ficción que más se cultivan.

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