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Cristina Losada

Podemos y la guerra de los mundos

Es más fácil conquistar los medios que el poder.

Es más fácil conquistar los medios que el poder.
EFE

Es hora de regodearse un poco en los errores ajenos. Cuando muchos comentaristas admiraban (y aplaudían) el fulgurante ascenso de Podemos y no paraban de hacerse lenguas de la inteligencia de sus líderes, que sabían todo lo que había que saber como expertos que eran en la ciencia de la política; cuando esa admiración y mucha más se desplegaba por doquier con arrobo y signos de exclamación, quien esto escribe mantenía un instintivo escepticismo al respecto de todo ello. En especial, respecto a la posibilidad de que los chicos nuevos ganaran unas elecciones generales y superaran en votos al PSOE, cosas ambas que se pronosticaron en varios instantes.

Aquel escepticismo no obedecía sólo a una renuencia, sin duda muy conservadora, a sumarse al aplauso de la última novedad y del último triunfador. Ni sólo a que no conviene menospreciar la inteligencia de los demás y, en particular, la de los dos grandes partidos que han dominado durante décadas. Tampoco en exclusiva a la evidencia de que un sistema político consolidado difícilmente se viene abajo de una vez, de un solo golpe. Ni a la obviedad de que se puede ser un buen politólogo y un pésimo político.

Todo eso contaba, pero además había que considerar un factor mucho más simple: el error. Esto no significaba desprecio a las habilidades de los líderes de Podemos, que les permitieron pasar de la nada a la cima de los sondeos, sino valoración de los riesgos: justo por ese ascenso acelerado podían crecerse en el error. Un éxito rápido, como caído del cielo, es un incentivo extraordinario para equivocarse, para creer que uno tiene más inteligencia política de la que tiene, para pasarse de listo. Sí, es más fácil conquistar los medios que conquistar el poder.

Las causas del constante descenso de Podemos en los sondeos se han analizado, si no con el mismo amor que despertó la meteórica subida, al menos con idéntica pasión por el detalle. Poco queda por añadir y hasta se diría que ya no es noticia: los focos son volubles y carecen de memoria. Sic transit. Pero hay un error, uno de los que han cometido sus líderes, que tiene interés explorar, porque afecta al núcleo de su atractivo inicial.

A fin de cuentas, Podemos llegó como algo radicalmente distinto, como un grupo que ni siquiera quiso llamarse partido, que venía a superar la vieja divisoria izquierda-derecha con una nueva polarización que estableció entre gente y casta. Sus fundadores se despojaron del grueso de la retórica tradicional de la izquierda e introdujeron un lenguaje, importado del populismo latinoamericano, en el que cabían términos como patria. Bien, la patria era la gente y la gente era la patria, y todo así, pero en cualquier caso patria no era término usual de la izquierda española. ¡Es que ellos no eran de izquierdas ni de derechas!

No eran de izquierdas ni de derechas, pero un buen día Iglesias Turrión anunció que su programa económico era socialdemócrata, y que su modelo era Dinamarca. O Noruega. Y esto, más allá de lo inverosímil que resultara, situaba a Podemos en el espacio político que pretendía hacer pedazos, en la vieja divisoria que iba a superar, en las antiguas categorías con las que identificamos a los partidos y nos sirven para entendernos (o no entendernos) en política. Podemos no quería ser otra cosa que la socialdemocracia auténtica. Hombre, para ese viaje no hacían falta alforjas.

Por viajar al centro o algo parecido, Podemos, que había declarado la guerra al viejo mundo político, marchó del nuevo mundo al viejo; mejor dicho, quiso tener una pata en cada uno, y eso, como dijo el clásico, no puede ser y además es imposible. Ahí tenemos a su último fichaje estelar, el economista Piketty, diciendo que "todo el mundo sabe que Podemos y el PSOE sólo pueden ganar si se alían". Lo cual es una puñalada a ambos, pero sobre todo a Podemos. Reducido a fuerza auxiliar, el espacio que se dispone a ocupar es el que hubiera correspondido a Izquierda Unida. El que le ha ido birlando a IU con la colaboración de muchos de sus dirigentes. El tradicional espacio a la izquierda de un partido socialista. Tremenda novedad.

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