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Cristina Losada

PP y PSOE, víctimas de sí mismos

La crisis redujo a cero la tolerancia hacia las corruptelas, al tiempo que dio oportunidad de introducir una conexión entre la corrupción y la debacle económica.

La crisis redujo a cero la tolerancia hacia las corruptelas, al tiempo que dio oportunidad de introducir una conexión entre la corrupción y la debacle económica.
EFE

Por lo visto, se hace necesaria una aclaración: desde 1977 acá no ha habido en España un "sistema del turno" (Iglesias dixit). Las urnas de la democracia española no han sido las urnas trucadas de la Restauración. Si PSOE y PP gobernaron con mayorías absolutas o relativas fue por la decisión mayoritaria de los votantes. Tan madura o inmadura como la de los que fueron a votar el 20-D. Y sí, el sistema electoral habrá contribuido. Pero con el mismo sistema electoral tenemos ahora un bonito parlamento fragmentado en cuatro piezas de tamaño notable. La idea de que hemos sufrido todos estos años y décadas un bipartidismo impuesto, un sistema político odioso y ajeno, que no representaba realmente a los ciudadanos no tiene razón de ser.

Bueno, sí la tiene. La tiene para quienes han hecho de esa idea el alfa y el omega de los problemas de nuestro país. Como si todos los problemas importantes de España radicaran en los trazos del sistema político. Cierto que es mejorable, pero si mañana cambia la Constitución seguro que pasado mañana no hay menos paro. Quizá porque es más fácil cambiar un sistema político que cambiar un modelo productivo, se han enfocado las energías políticas en lo primero y no en lo segundo. Por eso, aunque no sólo por eso: el comportamiento de los dos grandes partidos ha servido ese desenfoque en bandeja.

De hecho, Partido Popular y Partido Socialista han sido en estas elecciones víctimas de sí mismos. Lo han sido en dos planos. El más evidente es el de la corrupción, relacionada, aunque esto fuera menos visible, con la politización de la Administración. La crisis redujo a cero la tolerancia hacia las corruptelas, al tiempo que dio oportunidad de introducir una conexión entre la corrupción y la debacle económica.

Así, se vincularon las causas de la crisis con el desempeño de una clase política corrupta, privilegiada, recluida en fastuosa torre de marfil, indiferente al sufrimiento de la población que ella misma causaba. La remontada de Podemos en la campaña electoral se debe seguramente a que intensificó su esencia populista, presentándose como látigo de corruptos, candado de puertas giratorias y guadaña de la casta. El relato de la crisis que señala como culpables a los políticos ya estaba ahí antes de que Iglesias y compañía aparecieran en escena, pero ellos lo contaron mejor que otros. No hubo ninguna explicación alternativa para contrarrestarlo.

Hay otro aspecto del comportamiento de los dos grandes partidos que ha conducido a su caída. La disputa entre el PP y el PSOE ha estado siempre marcada por un alto grado de enfrentamiento. La polarización ha llevado aquí como apéndice la tendencia a hacer del adversario el enemigo, y a hacer del otro el culpable de todo. Sin medias tintas, blanco y negro. Sí, ambos partidos compartían consensos básicos y llegaban a acuerdos, pero su retórica era de lucha. Han hecho pedagogía de la confrontación durante años. Han hecho demagogia. Han sido populistas. Han inducido a creer en recetas mágicas, y han vendido elixires curalotodo. En fin, no se quejen de que les saliera competencia en todas esas especialidades. Podía haber sido peor.

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